Archivo de la categoría: Rodolfo Izaguirre

Un libro abierto. Por: Rodolfo izaguirre. Opinón. Venezuela. El Nacional

Un libro abierto

Por:  Rodolfo Izaguirre

 junio 12, 2022

Los autores dicen que un libro es símbolo de conocimiento y sabiduría. También dicen que asociar al libro con el conocimiento y la sabiduría es caer en un manoseado lugar común, pero hay quienes sostienen que en un nivel mas alto el libro es símbolo del universo; que el universo es un libro inmenso y se habla del «Libro de la vida» para identificar al «Árbol de la vida» cuyas hojas, afirman los simbolistas, son las letras de un libro que representan no solo la totalidad de lo creado sino la totalidad de los preceptos o enseñanzas de Dios.

Existió en el Antiguo Egipto el Libro de la Muerte, una colección de frases que se colocaban junto al difunto para que les sirvieran de acertadas respuestas durante el juicio a que sería sometido al llegar al final de su viaje hacia el sol. Hoy creemos ser más certeros y acariciamos los libros como si fuesen los cuerpos desnudos de los seres que amamos.

Para muchos lectores el libro también puede arrastrar consigo la imperecedera forma del sagrado recipiente que nos aleja de nuestros errores o equivocaciones o del agua corriente que se adapta a los obstáculos que va encontrando a su paso y me siento colmado y satisfecho, conmovido, cuando simbolistas como Jean Chevalier y Alain Gheerbrant explican que si el libro está cerrado es porque la materia se encuentra en estado virgen, pero si se abre es porque la materia ha sido fertilizada, de allí que Gustav Flaubert exclamara: «¡Qué sabios seríamos si leyésemos bien cinco o seis libros!». Chevalier y Gheerbrant van más allá y llegan a comparar al libro con el corazón humano: abierto, brotan de él pensamientos, historias, ardores, sentimientos y desengaños; pero cerrado, no permite que los encontremos permanecerán sepultados en las cavernas de lo que ignoramos.

Los autores dicen que un libro es símbolo de conocimiento y sabiduría. También dicen que asociar al libro con el conocimiento y la sabiduría es caer en un manoseado lugar común, pero hay quienes sostienen que en un nivel mas alto el libro es símbolo del universo; que el universo es un libro inmenso y se habla del «Libro de la vida» para identificar al «Árbol de la vida» cuyas hojas, afirman los simbolistas, son las letras de un libro que representan no solo la totalidad de lo creado sino la totalidad de los preceptos o enseñanzas de Dios.

Existió en el Antiguo Egipto el Libro de la Muerte, una colección de frases que se colocaban junto al difunto para que les sirvieran de acertadas respuestas durante el juicio a que sería sometido al llegar al final de su viaje hacia el sol. Hoy creemos ser más certeros y acariciamos los libros como si fuesen los cuerpos desnudos de los seres que amamos.

Para muchos lectores el libro también puede arrastrar consigo la imperecedera forma del sagrado recipiente que nos aleja de nuestros errores o equivocaciones o del agua corriente que se adapta a los obstáculos que va encontrando a su paso y me siento colmado y satisfecho, conmovido, cuando simbolistas como Jean Chevalier y Alain Gheerbrant explican que si el libro está cerrado es porque la materia se encuentra en estado virgen, pero si se abre es porque la materia ha sido fertilizada, de allí que Gustav Flaubert exclamara: «¡Qué sabios seríamos si leyésemos bien cinco o seis libros!». Chevalier y Gheerbrant van más allá y llegan a comparar al libro con el corazón humano: abierto, brotan de él pensamientos, historias, ardores, sentimientos y desengaños; pero cerrado, no permite que los encontremos permanecerán sepultados en las cavernas de lo que ignoramos.

Los autores dicen que un libro es símbolo de conocimiento y sabiduría. También dicen que asociar al libro con el conocimiento y la sabiduría es caer en un manoseado lugar común, pero hay quienes sostienen que en un nivel mas alto el libro es símbolo del universo; que el universo es un libro inmenso y se habla del «Libro de la vida» para identificar al «Árbol de la vida» cuyas hojas, afirman los simbolistas, son las letras de un libro que representan no solo la totalidad de lo creado sino la totalidad de los preceptos o enseñanzas de Dios.

Existió en el Antiguo Egipto el Libro de la Muerte, una colección de frases que se colocaban junto al difunto para que les sirvieran de acertadas respuestas durante el juicio a que sería sometido al llegar al final de su viaje hacia el sol. Hoy creemos ser más certeros y acariciamos los libros como si fuesen los cuerpos desnudos de los seres que amamos.

Para muchos lectores el libro también puede arrastrar consigo la imperecedera forma del sagrado recipiente que nos aleja de nuestros errores o equivocaciones o del agua corriente que se adapta a los obstáculos que va encontrando a su paso y me siento colmado y satisfecho, conmovido, cuando simbolistas como Jean Chevalier y Alain Gheerbrant explican que si el libro está cerrado es porque la materia se encuentra en estado virgen, pero si se abre es porque la materia ha sido fertilizada, de allí que Gustav Flaubert exclamara: «¡Qué sabios seríamos si leyésemos bien cinco o seis libros!». Chevalier y Gheerbrant van más allá y llegan a comparar al libro con el corazón humano: abierto, brotan de él pensamientos, historias, ardores, sentimientos y desengaños; pero cerrado, no permite que los encontremos permanecerán sepultados en las cavernas de lo que ignoramos.

FUENTE: EL NACIONAL

REMISIÓN: Alfredo Cedeño.

El escarnecido zamuro de mi país. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Ciudadanía. Venezuela. El Nacional.

El escarnecido zamuro de mi país

Por:
Rodolfo Izaguirre

febrero 6, 2022

Al despertar, dedico largos minutos en saludar al nuevo día y deleitarme sorprendiendo por la ventana de mi cuarto el vuelo de los primeros pájaros. Sin proponérmelo surgió de pronto una distracción: la de esperar que alguno de ellos detenga su vuelo y se pose en la desnuda rama del árbol más cercano. En el marco de lo que abarca mi mirada están los feos techos y azoteas de las casas vecinas y las frondosas copas de los árboles cuyo intenso verdor hace más intenso el cielo de Caracas. A veces tardan los azulejos, reinitas o arrendajos en topar las ramas del árbol, pero no me importa porque entre tanto mi cuerpo recibe las caricias del sol. De pronto, veo cruzar en el cielo el aleteo de un pájaro o la línea que traza el disparo y la velocidad de su vuelo para desaparecer de inmediato sustituido por la admirable y serena trayectoria de algún zamuro cumpliendo un amplio círculo silencioso. Son aves feas que reciben feos nombres: buitre negro, gallinazo, zopilote, chumbo, jote, guaraguao, pero el zamuro de Caracas ofrece un majestuoso recorrido porque no vuela sino que planea; se desliza en el aire impulsado acaso por el viento que se ajusta a su vuelo y le permite sostenerse sin batir las alas soberbiamente extendidas. Apenas dobla las puntas de sus alas largas y estrechas o se inclina suavemente para girar a la izquierda o a la derecha y prosigue sus elegante vuelo planeador. En mi ya lejana infancia caraqueña para júbilo de los zamuros llamados cariñosamente los «limpiacasa» se acostumbraba lanzar al techo los pellejos de las carnes y otros despojos. Eran seres familiares hasta que la aldea que me vio nacer se transformó en una urbe despiadada y los consideró como aves de desahucio.

Saludo a los pájaros, al sol y al viento porque me dan fuerza y ánimo para enfrentar al nuevo día que también planea o vuela sobre el país venezolano y para que me permita rebelarme contra las asperezas del régimen cívico militar que con su petulante mediocridad oscurece su propio e intolerable cielo. Nosotros manejamos también nuestro vuelo personal; batimos nuestras poderosas o menguadas y tristes alas y nos esforzamos en sostenernos en el aire de lo aceptable mientras otros se dejan caer vencidos y derrotados en el estiércol de la indignidad política.

Hay personas que dan pasos untuosos y altivos y hay quienes caminan sin presunción alguna. La arrogancia y la majestuosidad van de la mano apartando sin mirar a quienes se encuentran a su paso. No lo puedo nombrar porque es mi amigo y aún vive, retirado de la vida política y muy cargado de años, pero solo una vez en su vibrante alegría su nombre fue mencionado como lejanísima posibilidad de ser candidato a la Presidencia de la República y me sorprendió verlo aquella tarde caminar con paso de obispo, saludando aquí y allá como si repartiera beneficios y una intolerable sonrisa de triunfo clavada en su rostro y me dije: «¡Pero ese es mi amigo y él no es así!» Pero la vanidad lo estaba socavando, estaba liberando al indomable ego que llevaba por dentro. Creyéndose ya presidente comenzaba a volar como los pájaros que baten sus alas cuando cruzan el cielo que se abre en mi ventana.

Es lo que me desanima cada vez que volteo a mirar al país cuyo descalabro me atormenta a diario. Surgen y se animan grupos y voces opositoras que se envuelven en palabras de jugosa savia patriótica que dicen condenar todo escarnio y afrenta, pero muchas de ellas terminan ahogándose a los pies del mandatario usurpador y las más desconsoladas por ser voces del barrio marginal se conforman con tristes bolsas de mala comida y promesas vacías. Y a mi longeva edad me asomo a la ventana para ver volar a los pájaros y gritar mi deseo de practicar desobediencia civil y defender con serena violencia el cielo de mi sangre y de mi dignidad que siento atropellado por militares y civiles poco honestos. No quiero dar pasos altaneros o desconsiderados, pero si me tocara volar acaricio la idea de planear sobre mi geografía arrastrando a venezolanos que disponen de mirada más aguda y penetrante, como zopilotes mexicanos o feos zamuros de mi país, para que se decidan a eliminar la despiadada izquierda socialista que tanto nos maltrata.

Rodolfo Izaguirre.

REMISIÓN;
De: A. Cedeño 
Date: dom, 6 feb 2022 a la(s) 15:17
Subject: Nota de hoy de Rodolfo, sin comentarios.

FUENTE: https://www.elnacional.com/opinion/el-escarnecido-zamuro-de-mi-pais/

Puertas. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinion. El Nacional. Venezuela.

Puertas

Por
Rodolfo Izaguirre

junio 13, 2021

¡Seré la puerta de tu casa! es el título del poemario de Jesús Peñalver que saldrá publicado en breve. La puerta como personificado símbolo de amor, guardián, vigilante y protector del anhelado tesoro.Y la casa vista como el cuerpo de la mujer amada y, al mismo tiempo, como un umbral impenetrable pero que puede cruzarse ahora gracias a la presencia permanente y empecinada del centinela transformado a su vez en la puerta de una certera ilusión.

¡Toda puerta se abre y se cierra! Por ellas se pasa de un lugar a otro, de un mundo a otro; desde lo que se conoce en tierra firme al espacio de lo desconocido, que es como decir el paso de la luz a una oscuridad que nos petrifica. Son audaces y temerarios los que se atreven a abrir la puerta y penetrar sin saber qué los espera al abrirla. Es asomarse a la oscuridad de lo que se ignora, a lo oculto, pero al encender la luz del recinto se descubre que en él nos está esperando el conocimiento, una nueva luz que se enciende dentro de nosotros mismos. Pero la puerta del conocimiento ofrece resistencia y solo se abre cuando el dueño de la llave se siente animado o poseído por el deseo de ir mas allá de su propia sombra. De lo contrario, permanecerá cerrada oponiéndose a todos los vanos intentos de forzar su cerradura.

Hay puertas que se abren a espacios sagrados igualmente luminosos dedicados o inclinados a la meditación y a la contemplación: el recogimiento del espíritu, la cruz cristiana, la flor de loto de toda el Asia, la catedral o el templo sintoísta japonés y se produce el milagro de sumergirnos en nuestro propio torrente de vida y dejarnos llevar hacia un comienzo sin fin; ir de lo profano a lo sagrado; reconocer y aceptar que nuestra vida está signada con aceites misteriosos que permiten al ungido rechazar las perversidades del poder cualquiera que sea su naturaleza militar o de escabrosa civilidad.

Hay también una puerta que solo aparece cuando exhalamos un último suspiro y el monstruo que estuvo observando la respiración de la cuna o la pelota en el aire de los juegos juveniles o acechando nuestros pasos adultos emerge y nos devora llevándonos entre sus dientes al cruzar el límite que separa a la vida de la muerte.

Hubo en la Antigüedad la majestuosa Puerta del Sol que se abría al tránsito de la tierra hacia el cielo, lo que permitía establecer una permanente relación entre el cosmos y la condición humana.

La Biblia está llena de puertas. Jacobo, al despertar del sueño tiene miedo del lugar donde se encuentra y se dice a sí mismo que aquello es la Casa de Dios y la puerta que ve no es otra que la Puerta del Cielo.

Hay países que se esmeran por mantener abiertas sus puertas y sostener comercio y amistad, pero se sabe de otros, prepotentes y egoístas como el venezolano bajo el indeseable régimen militar, que se enorgullecen cerrando puertas y ventanas permitiendo que un aire envilecido solo asfixie o enrarezca el entendimiento de una oposición política dispuesta a enajenarse sosteniendo diálogos con el también aturdido régimen fascista cuyas corrompidas intenciones permanecen ocultas detrás de las engañosas puertas de la traición.

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FUENTE: EL NACIONAL – https://www.elnacional.com/opinion/puertas/

REMISION:
De: A. Cedeño
Date: dom, 13 de jun. de 2021 a la(s) 15:27
Subject: Cuan certero está Rodolfo hoy…

El rechazo a Palmer. Por Rodolfo Izaguirre. Opinión. El Nacional. Venezuela.

 

El rechazo a Palmer

Por: Rodolfo Izaguirre.

mayo 30, 2021

Con los años voy llenando cuadernos y libretas que compro en Los Ángeles cada vez que visito a mi hija Valentina, ciudadana americana casada con Juan Delcan, cercanos o invadidos ambos por la exuberante vegetación de la notoriedad al ofrecer poéticas y espléndidas imágenes visuales de fósforos que adquieren vida en las redes, caminan y se aventuran por las llanuras de la imaginación.

Lleno esos cuadernos con frases que me asaltan mientras duermo porque soy de los que al dormir trabajan igual que aquel poeta francés admirado por los surrealistas que ponía en la puerta de su casa un letrero advirtiendo a los vecinos que no lo molestaran porque iba a dormir, es decir, a trabajar. ¡Era que los poemas lo asaltaban en el sueño!

Mis cuadernos reciben textos que escribo a mano y luego los aprovecho o desestimo; también nombres de personas, objetos, animales, lugares que tiendo a olvidar y cuando me vienen a la memoria los anoto, pero vuelvo a olvidarlos y no acierto a encontrar la libreta donde los anoté. Con los años, se ha hecho evidente la fragilidad de mi memoria actual o futura y se ha afirmado una memoria histórica que recuerda con asombrosa exactitud hechos y situaciones ocurridos en un ayer lejano.

Paradójicamente y por razones de seguridad personal no menciono públicamente a los chavistas que tanto maltratan al país y a mí mismo, pero no olvido sus nombres; no tengo por qué anotarlos en ninguna de mis libretas. He obligado a mi memoria a no olvidarlos, a no repetir el desacierto de Luisito Aguilé de dejar enterrado su corazón en Cuba cuando salió desalentado de la isla en lugar de convertirlo en arma ofensiva.

Pero el mayor problema que confronto no es menospreciar lo que hizo Luisito con su corazón sino releer mis anotaciones. Es una letra tan minúscula, casi microscópica que necesito una lupa para verla y tratar inútilmente de entender lo que escribí. Pienso todo el tiempo en la paciencia y tenacidad de aquel Champollion que se ocupó en descifrar los jeroglíficos egipcios. Sé que los rasgos que caracterizan la escritura revelan la personalidad de quien escribe. La mía, de hormiga aterrada, se origina en una infancia que no fue feliz, como se asegura que lo debe ser toda infancia que se considere a sí misma. Mi insolvente caligrafía se debe al rechazo de un chico de Caracas sublevado ante la imperiosa obligatoriedad de asumir como mía la letra Palmer inglesa. Quisieron obligarme, insistieron, pero yo me opuse con inusitada firmeza y me escondí detrás de unas letras que también decidieron hacerse casi invisibles.

¡El método Palmer quedó atrás! La pedagogía avanza y el país venezolano trata de salir adelante, pero es como la flecha de aquel astuto Zenon griego que negaba el movimiento. Sigue empantanado social y económicamente y hundido en equivocados y apestosos sarcófagos políticos.

En su aula escolar ningún maestro impone a Palmer a sus alumnos, quizás puede advertirse ocasionalmente en algún escribano de avanzada edad.

Yo manifesté mi rechazo a la escritura inglesa siendo un infeliz escolar, pero adulto rechazo a la falsa autoridad política, al tiránico régimen militar que me niega, ofende y maltrata. No solo a mí. A todos nosotros, a Gandhi, a Martin Luther King. Tampoco olvido el rechazo unánime que el 16 de julio de 2017 dimos los venezolanos a la pretensión de régimen militar de obligarnos a aceptar una podrida constituyente.

Es imperativo obligar a nuestra memoria a no olvidar lo que hemos hecho. Nada logramos con elecciones si los electores seguimos aplastados por la crueldad e indiferencia de los militares.

Sufrí mucho rechazando a Palmer, sufro las desacertadas etapas políticas que históricamente han desorientado al país y estoy dispuesto a fortalecer y amurallar mi memoria si con eso recuperamos la alegría de vivir a sabiendas de que seguiré escribiendo, alejado de Palmer, pero con minúscula letra de hormiga aterrorizada.

Rodolfo Izaguirre

FUENTE: EL NACIONAL / https://www.elnacional.com/opinion/el-rechazo-a-palmer/

REMISIÓN:
De: A. Cedeño <alfredorcs>
Date: dom, 30 de may. de 2021 a la(s) 09:05
Subject: Rodolfo enseña a escribir…

https://www.elnacional.com/opinion/el-rechazo-a-palmer/

¡Linternas! Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Venezuela. Mundo

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¡Linternas!

Por
Rodolfo Izaguirre

mayo 16, 2021

Invitado oficialmente estuve en los años ochenta de visita en Japón y durante mi estadía no hice otra cosa que maravillarme ante los pasos seguros que daba ese portentoso país que alguna vez por culpa de los militares fascistas salió deshonrado de una guerra mundial y logró en pocos años rescatar su dignidad y restablecer los extraviados tesoros de su inmensa cultura.

Vi en Hiroshima sobre el borde de una acera la mancha oscura e imborrable de un cuerpo humano que allí estaba sentado cuando cayó la bomba que causó estragos. Un espíritu, un alma, odios y afectos se volatilizaron en un instante para quedar convertidos en esa mancha que mi memoria tampoco ha logrado borrar.

Conocí a François Migeot, un afectuoso poeta francés autor de Scènes du Temps (le pas chassé de la lumiere, es un verso suyo: el despojado paso de la luz), casado con una no menos adorable venezolana y padres de una niña con nombre de diosa indígena o de cumbre nevada. Fui a su casa en las afueras de Tokio, una casa japonesa como las que vemos en las películas de Yasumiro Ozu con paredes corredizas hechas de papel.

Le regalé a la niñita una linterna y le expliqué su funcionamiento y para emocionada sorpresa de sus padres le dije que el verdadero portento de la linterna no estaba en ayudarnos a no tropezar con la oscuridad. Que la verdadera maravilla, le dije mirando fijamente sus admirables ojos, consiste «¡en ser tú la luz!».

¡De esto se trata! No de acumular años hasta alcanzar una edad senil llena de anhelos no realizados, de ilusiones perdidas, instantes ácidos o dulces y memorias amargas sino de ideas gratificantes, exploraciones por ámbitos desconocidos; luces y visiones. ¡Ser uno la luz! Sentir el rumor de los árboles cuando no sopla el viento.

¡No es fácil! No llegamos inmaculados a los noventa años, pero sí bajo permanentes señales de alerta. Una de ellas, lapidaria, la expresó Isidore Ducasse, el Conde de Lautreamont, el francés montevideano venerado por los surrealistas pastoreados por André Breton: «¡Una mancha intelectual no la borran océanos de eternidad!».

Son raros, en Venezuela, los políticos, mandatarios o enchufados que escapan al peso de semejante lápida; mucho menos los que mantienen marcados a hierro en la frente los estigmas del chavismo.

El papa Francisco, de salud apostólica inmarcesible apaga, sin embargo, por momentos la luz de sus oraciones para no ver el montón de euros mal habidos que el chavismo pone bajo su protección en el Banco Vaticano. No lo digo yo, lo dice Jaime Bayley con nombres, apellidos y números de cuenta.

Llegué hace años a la encrucijada de mi vida venezolana y el futuro que avizoré en mis años juveniles es éste convertido en escombros, sin dignidad, probidad, capacidad y responsabilidad que son, a juicio del poeta y abogado Jesús Peñalver, algunos de los valores y principios que deben signar el ejercicio de cualquier cargo público. Mi futuro llegó y se encuentra a mi lado molesto porque constata que bajo la dictadura militar la función pública, simplemente, no existe. Solo permanecen intactos la dignidad y el ánimo de quienes padecemos las crueles dentelladas de la satrapía.

Venezolano, amigo: te ofrezco la luz de una salida al oprobio que padecemos, para defendernos convirtámonos en linternas perfectas, es decir, consolidemos y practiquemos la desobediencia civil. Venceríamos a la ignominia cívica y a los militares traidores porque ellos manejan linternas que solo proyectan una densa y perversa oscuridad.

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REMISIÓN:
De: A. Cedeño
Date: dom, 16 de may. de 2021 a la(s) 18:13
Subject: Rodolfo hoy más luminoso que nunca!

FUENTE: EL NACIONAL / https://www.elnacional.com/opinion/linternas/

Foro Hatillano. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Ciudadanía. Venezuela. El Nacional.

 

Foro Hatillano

Por
Rodolfo Izaguirre

mayo 9, 2021

Resultó asombrosa y esclarecedora la masiva participación ciudadana en el Foro Hatillano 201 que promovió y moderó Gorka Carnevali para aclarar un poco más la angustiosa pregunta de uno de mis artículos de El Nacional de Caracas: ¿Qué hago yo aquí? Cada participante. que por exigencias de tiempo logró expresar breve pero decididamente su opinión o punto de vista sobre la actual situación política, social, cultural y económica del país, lo hizo posiblemente con la esperanza de que pudiera yo ofrecer una solución aproximada a la terrible pesadilla que altera nuestros mejores sueños.

Unos reiteraron la necesidad de rehacer el país, pero no saben cómo lograrlo; otros exigen de los gremios una conducta pública encaminada a restablecer la alegría de vivir. Otros más, preguntaban cuál era mi propia conducta porque dirigían directamente hacia mí sus intervenciones. Ninguna de ellas mencionó para nada a la oposición que también hace lo suyo aunque no parezca. Ante la avalancha de sugerencias, opiniones y exigencias sentí, de pronto, que se me consideraba algo así como el milagro, la voz y el brazo justiciero que podía ofrecer una salida honorable y definitiva al malestar bolivariano que azota al país y era como si se olvidara que he reiterado a gritos que no soy político de oficio y mucho menos militar de inútiles condecoraciones. Soy un hombre dado a la cultura: lo único que creo haber hecho por el país es darle tres hijos aptos, mostrar y comentar obras maestras del cine y con honestidad y sin hacerle trampas a nadie enfrentar en el marco de mi propia vida la perversidad de tres oprobiosas dictaduras militares. Pero carezco de empeño o conocimientos para salvar al país de la hecatombe. Puedo y ansío practicar la desobediencia civil, pero me niego a gritar y agitar en una esquina una solitaria pancarta porque daría la imagen de un viejito loco. Pero si todos se me unen juro que me coloco en la primera fila de la manifestación a pesar del bastón y la torpeza de mis noventa años.

Al parecer nadie tiene en sus manos la llave que permita abrir o cerrar las puertas de nuestras desventuras. Mejor dicho: todos tenemos una, pero no sabemos cómo introducirla en la cerradura que tampoco encontramos. Se habla constantemente de educación, de rescatar la dignidad perdida, de reencontrar el extraviado camino económico y reinventar la geografía humana; restablecer las instituciones desplomadas por la ineptitud chavista. Pero no nos atrevemos a dar un paso al frente por miedo a que nos atropellen y que las aceitadas armas asesinas disparen contra nosotros. Hay quienes sugieren pactos y acuerdos que amparan los crímenes y protegen fortunas ilegalmente amasadas, algunas custodiadas por el papa Francisco en el Banco del Vaticano.

Seguramente, la invasión ocasionaría «daños colaterales», pero comparados con los que estamos padeciendo es cosa de respirar hondo y seguir adelante a la espera de un nuevo Foro Hatillano que no se regocije con la inutilidad de mis anhelos y en cambio nos colme de regalos y alegría.

Rodolfo Izaguirre.

FUENTE: EL NACIONAL / https://www.elnacional.com/opinion/foro-hatillano/

REMISIÓN:
De: A. Cedeño <alfredorcs>
Date: dom, 9 de may. de 2021 a la(s) 16:06
Subject: Breve, brevísimo, pero más certero que nunca…

Desilusiones. Por Rodolfo Izaguirre. Opinión. El Nacional. Venezuela.

Desilusiones

Por
Rodolfo Izaguirre

abril 25, 2021

Manuel Caballero fue el primero en escribirlo en sus crónicas de El Universal: Hugo Chávez es un fascista. Yo lo dije en voz alta con solo verlo en la televisión explicando que por ahora todo quedaba igual que antes de su criminal empeño en asesinar a Carlos Andrés Pérez.

Chávez ilusionó a buena parte de la sociedad civil y a mucha gente de los barrios. Allí, al parecer, alguna gente lo sigue recordando con necia nostalgia porque olvida que el comandante dijo que ser pobre era bueno mientras amasaba 2.000 millones de dólares robados a la nación. A mí, ciertamente, el oscuro y mediocre militar no logró arrastrarme en sus tretas porque supe en el acto que lo que estaba haciendo era ilusionar al país prometiendo una democracia ejemplar, distinta a la podrida democracia arteramente sostenida por adecos y copeyanos. Una verdadera democracia en la que no reinaría la corrupción y la injusticia, mucho menos represiones de ninguna naturaleza.

Proponía ridículos sistemas económicos casi neolíticos como el trueque, la ruta de las empanadas, los gallineros verticales, conucos ecológicos urbanos y otras idioteces para las risotadas planetarias.

Fue cuando refuté la afirmación de que la historia no se repite. ¡Claro que se repite¡ En 1908, la sociedad civil, desde Rómulo Gallegos para arriba o para abajo, como se prefiera, aplaudió a Juan Vicente Gómez, el hombre que iba a poner decencia en los manejos políticos y a frenar las extravagancias de brandy y mujeres que atolondraban a Cipriano Castro. El escritor y telegrafista Manuel Vicente Romerogarcía, autor de la muy discutible novela Peonía, refiriéndose a la salida de don Cipriano dijo: ¡Se fue Atila, pero dejó el caballo¡

90 años mas tarde, Hugo Chávez es elegido presidente de Venezuela. Un siniestro militar golpista que vendría a poner orden en una desventurada democracia bipartidista. Y la sociedad civil aplaudió al fascista que al igual que aquel caballo de Atila que durante 27 años estuvo dando coces en Maracay a todo el que se le atravesara, también dio los suyos hasta que un cáncer colorectal acabó con él solo para que su deplorable e impresentable delfín lo convirtiera en pájaro belicoso. Pero Hugo desilusionó a quienes creyeron en él.

Son muchas las desilusiones políticas que he visto sucederse desde la que laceró el alma de Simón Bolívar hasta hoy. Sin contar las que ofrecen los desmanes que de una u otra manera han vapuleado a países más avanzados o desventurados que el venezolano. Nuestra historia está marcada por tristes desilusiones. Tiene incrustadas en su cuerpo más flechas diocesanas que las que en su bello cuerpo muestra San Sebastián, el beatífico icono gay.

En lo personal, basta con alzar el hombro o mirar de soslayo para que quien nos mira se sienta superior porque recarga su mirada con un desprecio que no nos merecemos, un desplante necio e innecesario. El lenguaje corporal es rico, y es necesario saberlo manejar y considerar. Por lo general emana de los ojos, las manos, todo el cuerpo y habla hasta por los codos (sobre todo cuando la pandemia nos ha obligado a saludarnos codo a codo, lo que personalmente llamo «la mariquera» y me niego a practicarla existiendo la palabra o la reverencia japonesa con solo inclinar la cabeza.

En la desilusión navega inexorablemente la frase irónica, despreciativa que nos dirige repentinamente la persona amiga y provoca asombro, abre una herida que jamás pensamos que iba a sangrar y a aturdirnos tanto. Es un desplome que afecta los sentimientos. Aniquila la solidez de lo que es indestructible: la amistad del amigo, la intransferible palabra de honor; el juramento de amor dicho con dulce y prometedor desafío del tiempo, los engaños ocultos en toda las profesiones. Pero no exageremos. La desilusión puede ser causada por alguna banalidad o simpleza. El Vesubio, por ejemplo, resulta ser una desilusión cuando se le ve por primera vez. ¿Esa ridícula elevación de mil metros fue capaz de devastar a la orgullosa Pompeya y buena parte de Herculano en el año 79 después de Cristo? Y es una desilusión porque no se compadece su estatura con la colosal dimensión de la catástrofe que ocasionó. Es decir, que la desilusión es como el aire está en todas partes. Aparece cuando menos se espera.

La llamaré Carlos por darle un nombre. Carlos llama con frecuencia por teléfono. Cada vez que lo hace es para pedir algo, nunca para agradar. Me desilusiona porque es más abusivo que amigo y no quiero amigos así. Por extensión puedo llamar Carlos a cualquiera de los mandatarios o enchufados bolivarianos porque jamás serán mis amigos.

FUENTE: El Nacional / Venezuela / https://www.elnacional.com/opinion/desilusiones/

Una infancia feliz. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. El Nacional. Venezuela.

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Una infancia feliz

Por
Rodolfo Izaguirre

April 11, 2021

Miente el que me diga que su infancia fue feliz, dijo con estas u otras palabras Franz Fanon al referirse a su Argelia natal cuando estuvo cautiva en manos francesas. Yo podría decir algo similar si me refiero a la mía cuando mi país estuvo miserablemente en las manos férreas y enguantadas de Juan Vicente Gómez porque yo nací cuatro años antes de que muriera el dictador. Luego seguí creciendo bajo la presidencia de Eleazar López Contreras dispuesto a mejorar las precarias condiciones del país, pero adherido a unas conservadoras ligas bolivarianas. La mía fue triste por la persistente enfermedad de mi madre y la franca irresponsabilidad del padre y se evidenció aún más cuando mi hermano Gustavo, psicólogo, me preguntó un día cuál podría haber sido mi recuerdo más lejano y le dije que muy, pero muy niño sentía placer al rozar mi mejilla con el frío cemento pulido del patio o de cualquier otro lugar de la casa.

Vi cómo se alteraba el rostro de mi hermano cuando exclamó, con los ojos abiertos, que aquella era !a imagen de la soledad.

Me consoló y al mismo tiempo me estremeció saber que desde niño la soledad era mi amiga; me ha acompañado siempre porque creía que se trataba de mi sombra, es decir, la Muerte que me sigue los pasos. Una especie de sombra, una presencia que siempre me ha estado acompañando. Existen el exagerado amor o carencia de afecto de los padres y la figura de la madre indolente o sobreprotectora que marcan el futuro de los hijos, en particular cuando el padre despiadadamente autoritario, al igual que ciertos regímenes políticos, impone su criterio y obliga al hijo a no ser quien debía ser. Luego surge la escuela y con ella las convenciones adultas que logran desvanecer la imaginación de los niños: las primeras letras, el odioso método Palmer inglés que pretendían aplicarme siendo niño caraqueño; el pupitre, la tinta y el palillero y la torpeza para manejarlos; los mapas de la geografía de Josefina Pasadori que había que dibujar y colorear en el cuaderno y la abnegada pero tonta maestra preocupada porque “no te salgas de la raya” cuando llenábamos de azul la parte que correspondía al océano y más bien debía decir todo lo contrario. “¡Pásate de la raya! y comprométete con los melodramas de la televisión: “¡Niños, sigan los dictados del corazón!”.

Toda mi vida he sentido la rugosidad de las órdenes, advertencias, reproches y amenazas: ¡No mueva las piernas! ¡Cállese! ¡Mientras hablan los mayores los niños callan! ¡No pise la grama! ¡No cante! ¡No silbe! ¡Deje la pendejada esa de querer ser artista o lo mando pa’l cuartel pa’ que se haga hombre! ¡No diga y no escriba eso porque lo meto preso! ¡No se case con esa mujer que no se le iguala! ¡No eduque así a sus hijos! ¡No se muera todavía!

Y yo quiero ser poeta y admirar la inmensidad del mar. Respetar y al mismo tiempo recelar de los políticos; ser ñángara de joven pero dejar de serlo adulto, sin abandonar la rebeldía y el vigor de los años juveniles; crecer dando pasos hacia adelante. Leer, adorar a los artistas que me enseñan a ser. Amar a los dioses y diosas que me protegen y aceptar que mi alma buscará refugio en el lado oscuro de la luna. Deploro la desaparición de los museos y galerías de arte, la ausencia de la música y de la alegría. El país sucumbe y con él la vida plena, el aroma del entusiasmo por vivir, el amanecer de gloria y encanto. Nada ofrece el mandatario que no sea amargura y extravíos. Aprovecha la pandemia provocada por un virus escapado de algún lejano país que resulta políticamente incorrecto mencionar para acentuar la rigidez de su tiranía y aislarnos aún más con el propósito de volvernos seres ajenos a nosotros mismos.

¡No seré uno de ellos! Todavía existe un país que murmura y desea la caída de lo que lo oprime. No ocurrió con Juan Vicente Gómez porque el país permanecía hundido en la pesadumbre de su propia ignorancia. Pero con Pérez Jiménez estuvimos bailando con la Billo’s, bebiendo whisky con agua de coco o de Escocia y se nos veía alegres y atolondrados, pero por debajo del jolgorio rugía el silencio y el desprecio que al desbordarse obligó al déspota a huir en una Vaca Sagrada dejando en el aeropuerto una maleta llena de dólares que nos estaba robando como un vulgar magistrado bolivariano.

¡Algún día caerán! Algún día se verán obligados a partir, a establecer una comunicación que ofrezca soluciones a lo imposible. Personalmente, lamentaré soluciones que permitan sucias maniobras, perdones a lo Mandela. Para mí no hay perdón para quienes durante décadas me abominaron. Los expulsé de mi memoria para no tener que arrastrar odios ni rencores. Simplemente, dejaron de existir.

No soy político de oficio. Soy un hombre de la cultura que observa la política, pero una cultura acostumbrada a avanzar para descubrir nuevos caminos dispuestos a ser explorados. A veces no concuerdo con la palabra de los políticos cuando tropiezo con gente detenida o devorada por determinadas ideologías o mantienen actitudes imperativas y bolivarianas.

El país se aturde, vacila, se enquista y asume por miedo conductas pasivas, pero siento que por debajo hay un rugido silencioso y ensordecedor similar quizás a aquel que obligó al déspota anterior a huir como vulgar delincuente en una Vaca Sagrada.

RODOLFO IZAGUIRRE.

FUENTE:
https://www.elnacional.com/opinion/una-infancia-feliz/

REMISIÓN: Alfredo Cedeño /
@bandolero69

Volver a ser. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Venezuela. El Nacional.

Volver a ser

Por
Rodolfo Izaguirre –

March 21, 2021

El sueño puede haber sido apacible o intranquilo, pero al despertar tenemos que mirar de frente al nuevo día y obligarnos a rehacernos, es decir, a inventar un país porque el que creíamos tener se ha reducido metafórica y físicamente por una desatinada izquierda atolondrada y populista en ruina y escombros. Sé que somos muchos los que sostenemos el empeño de no ser habitantes o usuarios sino ciudadanos, seres más dignos, responsables y respetuosos no solo de uno mismo sino de los que pasan junto a nosotros, así piensen distintos y se crean diferentes. ¡La verdad, no lo somos! Nadie es diferente del otro.Todos navegamos en el mismo mar y topamos o evitamos los mismos escollos o arrecifes, pertenecemos al mismo bosque de árboles de largas edades que conocieron guerras y tempestades; compartimos, festejamos o construimos una misma historia de arrebatadas aventuras políticas y duras negligencias burocráticas o administrativas; una democracia quebrantada periódicamente por las siempre bien aceitadas pero perversas armas militares.

Todos, chavistas y no chavistas, somos víctimas del mismo desacreditado país. Vale la comparación con el carcelero y su reo: ambos están recluidos, los dos padecen la reja y la incomunicación. Cada uno de nosotros tiene su personal manera de expresar sus opiniones, pero a la larga todos hablamos el mismo idioma a la hora de plantear las exigencias y recibir respuestas inmediatas.

Es necesario inventarnos una nueva geografía humana. Recuperar el alma del país, la nobleza que veíamos en la mirada de los otros. Sus ojos también eran los míos y los éxitos que obtenían mis compatriotas en el camino que se habían trazado resultaban ser igualmente míos y se enorgullecía el corazón y rebosaba mi espíritu de alegría ¡Lo que hemos perdido en estos últimos años es la alegría! Ella parece haber desertado del corazón y ¡perdóname Dios!, pero creo que también desertaste, nos diste la espalda, te hundiste en el resquebrajado horizonte por donde el sol también vacila en hundirse cada tarde. A veces, este mismo sol pierde tiempo en mostrarse y siento que debe estar tan perturbado como yo, afligido como también debía sentirme yo esta mañana al constatar que no llegó la solución política que iba a aliviar los maltratos de la catástrofe bolivariana y jubiloso pensaba que la oposición dejaba de asestar los zarpazos de sucesivas deserciones o de confundirnos con tendenciosas actitudes.

Miro las hojas del calendario esperando con ansia el mes de agosto para saber si el sol llenará a la luna de más luz, de una luz aún más intensa y deslumbrante y florecerá la noche con más estrellas en el firmamento y aumentará el verdor de alguno de los arbustos de mi jardín. Digo agosto para no mencionar la palabra “futuro” que siento distante, pero en ese agosto que menciono habrá también agua en las represas y luz en las turbinas hidroeléctricas. Más alimentos en las alforjas de ricos y pobres y el dólar ya no valdrá el escandaloso millón de desventurados bolívares. Tal vez, sentiremos que hay mas júbilo navegando en nuestras almas.

Hay quienes solo manifiestan tristeza, rabia y desaliento, pero somos muchos los que buscamos mecanismos inteligentes o ingeniosos para salir del atolladero político y vencer la pandemia. Nuevas maneras de contactarnos, reunirnos e intercambiar ideas, proyectos, invenciones. Maneras de comprar y vender alimentos, objetos, artículos electrodomésticos. Rházil, Boris y Valentina, mis hijos, me cuidan y se preocupan por mi desde Los Ángeles, Madrid o Caracas. Ya no me avergüenza que me mantengan porque es lo que ocurre con la mayoría de padres que mostramos dos o tres dólares como la reducida cifra de sus jubilaciones. Tampoco se avergüenzan los asaltantes del poder que trafican desde lo alto, pero continúan hundiéndose en sus desaciertos y perversidades sin mostrar ningún afecto hacia nosotros. Acabo de sufrir una nueva desilusión. La empresa con la que he mantenido relaciones de recíproco afecto pretendía que firmara un contrato en el que cedía mis derechos de autor por 99 años por apenas 200 dólares cada vez que grabara un programa vinculado al cine. Me sentí no solo ofendido sino manipulado, extorsionado. Me negué a firmar y preferí perder la oportunidad que tanto necesitaba.

Tenemos que tener claro que todo lo que hagamos a partir de este momento: el trazo y los colores que animan a las artes plásticas; el misterio de la partitura que comienza a volar y a mariposear convertida en música apenas la toca la mirada del compositor; las palabras que se juntan en los textos del escritor, el esfuerzo del ebanista, del latonero y del chofer al realizarse en sus respectivos trabajos deben tener frente a sus ojos al país que nos obligamos a inventar para devolvernos al regocijo de ser mientras revisamos los términos de una democracia que durante cuarenta años excluyó a las minorías políticas, quiero decir, ¡a mí!

FUENTE: EL NACIONAL / https://www.elnacional.com/opinion/columnista/volver-a-ser/

REMISIÓN: Alfredo Cedeño / @bandolero69

Llenar una cuartilla. Por Rodolfo Izaguirre. Opinión. El Nacional. Venezuela.

Llenar una cuartilla

Por
Rodolfo Izaguirre

February 28, 2021

Recuerdo a Salvador Garmendia la vez que respondió la pregunta que le hizo uno de los asistentes al final de la conferencia sobre la escritura y el escritor. “¿Cómo hace usted para vencer el temor a la página en blanco?”. Salvador se le quedó mirando y dijo: “Un escritor jamás teme a una página en blanco. Más bien arde en deseos de llenar el espacio vacío con los productos de su imaginación”. Los cuentos completos que escribió entre 1958 y 2001, seleccionados por Elisa Maggi, ocupan tres volúmenes de 491, 556 y 550 páginas, respectivamente: 1.597 páginas editadas por la Fundación Rosa y Giuseppe Vagnoni con la coordinación general de Federico Prieto.

Salvador enfrentó ese enorme número de páginas en blanco con la destreza y agilidad física y mental propias de algún legendario caballero andante de brillante celada y pesada armadura. Es cosa de inventar frases, anudarlas, inyectarles tiempo, pero alterando y confundiendo la realidad para hacerla verdad en la mentira de la ficción o tratando de reflexionar sobre los enigmas que rodean y acechan permanentemente la vida que creemos vivir. ¡Salvador lo hizo! Enfrentó además las páginas de sus novelas, los libretos radiofónicos y de telenovelas. Sus guiones cinematográficos; sus artículos periodísticos; la presencia entre su páginas de algún gato para felicidad de niños y adultos.

Llenar una página es ocupar el vacío, poblar una superficie desnuda y, al parecer, sin misterio alguno. (¡Aunque siempre anidará el misterio en lo que jamás ha sido tocado y, yo mismo, me abstengo de tocar a la pureza para no contaminarla!). Llenar la página es hacer que la música oculta detrás de las palabras surja tal como ella es y una su voz al sonido de las otras voces que van surgiendo a medida que la página se convierte en un mar de significados y se organizan los silencios que comienzan a establecerse para que las palabras revelen cada una el valor de su presencia en el texto y emerja finalmente ese pálpito inexplicable aunque glorioso e inútil que algunos llaman poesía y concedan al silencio que las enaltece el mérito de servir de amorosa distancia entre ellas.

Ocurre a veces que el comentarista político, al iniciar su artículo crítico con relación a la naturaleza de algún desplante ejecutivo, revela en la primera frase el contenido del texto, como si en lugar de guardar bajo la manga su mejor carta para mostrarla victorioso al final, la da a conocer antes de terminar el primer párrafo. Puede ser que el autor rumie o mastique observaciones de escaso o relativo interés obligando al lector a desviar la mirada y poner atención a otro texto acaso mejor estructurado o menos ansioso por llenar la página.

Se dice que Ernest Hemingway se sentaba ante la máquina de escribir antes de las 6:00 de la mañana e interrumpía su labor en el momento exacto en que tenía perfectamente claro lo que habría de ocurrir en el siguiente párrafo, página o capítulo. De manera que cuando se levantara al día siguiente y se pusiera a trabajar la hoja en blanco no le daría miedo alguno porque sabría lo que tenía que hacer.

Unos escriben en las mañanas y ocupan las tardes en corregir lo escrito. Otros, tienen que atarearse en actividades que le permitan sobrevivir y se ven obligados a inventarse su propio horario. Pero casi todos se mantienen acordes en que lo más indicado es permanecer continuamente enfrentado a lo que escriben porque ahuyentan el temor no a la página en blanco sino a la frialdad y distancia que asumen las ideas, o los personaje cuando el autor los abandona así sea por un par de días.

Vila-Matas considera que uno de los mejores consejos que se puede dar a un escritor porque le incita a reflexionar sobre un aspecto clave del proceso creativo es precisamente la continuidad. En su opinión, si un narrador interrumpe su trabajo durante varios días, perderá el hilo con facilidad, pero si regresa a diario sobre el texto, avanzará sin demasiados problemas.

Algunos intentan llenar la cuartilla escribiendo de noche; otros se ponen piyamas no importa la hora; otros más, lavan los trastos de cocina antes de sentarse a escribir.

En enero Flaubert, a propósito de Madame Bovary, escribió a Louise Colet: “¿Sabes cuántas páginas he escrito desde finales de agosto? ¡Sesenta y cinco! Anteayer lo releí todo y me quedé aterrado de lo poco que es y del tiempo que me ha llevado…!” En junio de ese mismo año anotó: “¡Qué milagro sería para mí aunque solo fueran dos páginas en un día cuando apenas hago tres por semana”.

En otra ocasión confesó: “La noche del domingo me coge en una página que me ha llevado todo el día y que no está ni mucho menos terminada. ¿Sabes en qué pasé anteayer toda la tarde? En mirar el campo con cristal de color; necesitaba hacerlo para una página de mi Bovary…”.

Pero el mayor agobio de Flaubert al escribir su obra maestra fue mantenerse durante dos años en ella. “Es mucho tiempo dos años siempre con los mismos personajes, chapoteando en un medio tan fétido. (…) Por eso me cuesta tanto escribir este libro; tengo que hacer grandes esfuerzos para imaginar mis personajes y después para ponerlos a hablar, pues me repugnan profundamente por su vulgaridad; no hago otra cosa que dosificar la m…”

¡Sin embargo, llenó centenares de páginas…!

Pertenezco a la vida. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Venezuela

 

Fotografía: Rodolfo Izaguirre por Jimmy Villalta

Pertenezco a la vida

Por: Rodolfo Izaguirre  – February 16, 2020

¿Qué decía Roland Barthes, en Fragmentos de un discurso amoroso, sobre los amigos y la amistad? Decía que como una mala sala de conciertos donde el sonido no circula, los espacios afectivos tienen rincones muertos. El interlocutor perfecto, es decir, el amigo, construye en torno nuestro la mayor resonancia posible. Por eso, Barthes propone una definición de la amistad como “un espacio de sonoridad total”.

A veces, la amistad vale más que el amor que enlaza los cuerpos; acaso resulta más duradero porque no se apoya o se justifica en el sexo sino en los latidos del corazón y en la solidaridad. Ocurre, (¡y es alcanzar la gloria!), que la pareja sobreviva al tiempo y al furor de los primeros años; vaya más allá de los revolcamientos, del sudor y de la alegría del cansancio; llegue a la cumbre del mayor de los éxtasis y de los deslumbramientos. Entonces, la batalla de los cuerpos comenzará a declinar, a embellecerse de manera inesperada, a transformarse en una relación que carece de nombre porque eclipsa la amistad. Con el amor se destruyen temporalmente el Yo y el Tú y nace el Nosotros porque el Uno se funde en el Otro, se hace un todo, una energía que también puede mantener oculta la disolución, el odio y la venganza. Pero si la pareja vence al tiempo y a sus propias circunstancias verá asomarse el verdadero rostro y el resplandor del amor satisfecho. Y la frase de Albert Camus restablecerá su absoluta veracidad: ¡amar es envejecer juntos! Me ocurrió con Belén Lobo, mi mujer.

Tuve muchos amigos pero en la hora actual lo que tengo son más años y menos amigos. Dolorosamente, muchos han desertado con la complicidad de la Muerte. ¡No me permitieron dar yo la vida por ellos! De mis siete hermanos, pongamos por caso, solo quedo yo para decirlo. Tengo sobrinos, primos cercanos y lejanos, pero los veo poco. Es una fórmula mágica para que la familia exista y se mantenga unida. Me encontraba con mis hermanos dos o tres veces al año, sosteníamos gratas conversaciones y nos abrazábamos. Recuerdo al jesuita Mikel de Viana exclamar en la plaza de mi comunidad: “¡La familia es un peo permanente!”. Ver a la familia una o dos veces al año es razonable. En cambio, sentimos mas llevadera la familia que vamos adquiriendo. Veo, converso, paso más tiempo con mi amigo que con mi hermano más cercano. Sin embargo, he perdido a muchos viejos compañeros que creía eran amigos. Me refiero a los que quedaron anclados en el sarampión comunista juvenil y se volvieron adictos al chavismo y siendo poetas de altos vuelos no vacilaron en cuadrarse ante el comandante oscuro y ominoso y decirle:”¡Ordene, Comandante!” o afirmar que hoy el mejor poeta venezolano es Hugo Chávez. Dejaron de ser los amigos que tuve en el mundo de la cultura: cineastas, poetas, intelectuales y artistas plásticos. Dejaron de frecuentar mis pasos que igualmente eran los pasos suyos y no los volví a ver. Tienen, desde luego, el derecho de ser comunistas, chavistas o madurista pero no puedo explicar, aceptar o perdonar que sean Rigolettos del sátrapa. Mi caso no es único, pero el hecho es que dejaron de ser mis amigos porque cada vez que Chávez se ofuscaba llamándonos escuálidos, fascistas, traidores o vendepatrias en ningún momento alzaron la voz para decirle al caudillo que el fascista era él; decirle: Comandante, conocemos a Rodolfo Izaguirre desde hace mas de sesenta años y nos consta que no es un fascista ni ningún traidor a la patria sino un venezolano que paga los impuestos, adora al cine, está bien casado y se empeña en escribir crónicas amables.

¡Pero no lo hicieron! Dejaron que Chávez siguiera ladrando sus ofensas, decapitara las jerarquías culturales, me negara la vida y prolongara la jactancia de sus equivocaciones en la mayor catástrofe política, económica, social y cultural en la historia del país.

¡Antiguos amigos que chapoteando en el pantano de un necio socialismo permanecen callados! ¡Cómplices! No han tenido el valor de distanciarse de la perversidad y de la brutal arrogancia del narcotráfico. Doblegaron el espíritu. Disolvieron su dignidad en aguas podridas. Se alejaron de la poderosa energía del arte y sucumbieron. No los menciono porque ellos conocen sus propios nombres. Les llevo una gran ventaja porque a ellos los arrastra la Muerte, pero yo en cambio, moriré pronto porque tengo noventa años y, sin embargo, ¡pertenezco a la vida!

FUENTE: EL NACIONAL

REMISIÓN: Humberto Keep Esquivel

El horizonte es nuestro. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. El Nacional. Venezuela.

El horizonte es nuestro

Por
Rodolfo Izaguirre

February 21, 2021

Se llama peso a la unidad monetaria de países como Colombia, o el Uruguay. El duro español es una moneda de plata y la peseta, también española, existe desde 1809. Antiguamente se decía “cambar la peseta” aludiendo al estado de borrachera. Un dicho cargado de cierto sarcasmo como decir “cambiarle el agua al canario”.

Se define al peso como la fuerza que ejerce la Tierra sobre todo cuerpo que se encuentre en su superficie. Tiene que ver con la masa, con el volumen. Se dice con cinismo que el peso del dinero es mayor que el del oro y la plata,. En las categorías del boxeo se establecen diversos pesos de acuerdo con la contextura del boxeador: peso pluma, peso gallo, peso pesado. De igual manera el peso marcha asociado a las medidas.

Ambos son considerados como símbolos de exactitud, de precisión y en sentido figurado como esmero, cuidado, buena conducta, justicia y armonía, pero yo me refiero al peso que anida en el corazón humano, al alma de clara e inevitable presencia en nuestro bullicio mental. Sin embargo, centenares de médicos forenses dicen que han practicado miles de autopsias y jamás han visto nada que parezca ser un alma. Ignoran, tal vez, que el alma no tiene peso; carece de cuerpo. Brota en las miradas, sale por la boca cuando habla; se expresa a través de las manos cuando se mueven y trazan invisibles dibujos en el aire; se la pude ver en la sonrisa o en las lágrimas cuando la noticia que llega es favorable o dolorosa. ¡Es misteriosa como los gatos que en las noches rondan silenciosos por los tejados!

Los diccionarios con estentórea frialdad tratan de definir al alma y afirman que es el “principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida”. Yo prefiero definirla como la propia vida humana. Es más, definirla y considerarla como mi propio yo, como mi propia persona, ser, habitante, individuo o víctima de una maltrecha y perversa dictadura militar enredada en tráfico de estupefacientes. Soy alma y mucho más: soy conciencia lúcida, ventana abierta al aire de la mañana, un fuego que no se apaga; la tolerancia con inevitable repugnancia de ideologías que considero perversas porque han permitido que crezcan plantas venenosas o flores carnívoras como el nazismo o el comunismo y seres desalmados y bolivarianos.

A veces intento o quiero ser otro, maligno o mal intencionado, de esos que odian y maltratan a sus semejantes, que impiden u obstaculizan el amparo, el refugio, la ayuda humanitaria a quienes la imploran. Pero consigo todo lo contrario: mi alma sufre, se entristece; se enfurece porque constata que el aire que entra por la ventana no es fresco ni enaltece; no encuentro cómo enfrentar y vencer al infortunio que pesa sobre el país y sobre mí, que es como decir sobre el alma del desdichado país y sobre la mía. No sé hacer otra cosa que escribir este desconsiderado e incongruente artículo que insiste tercamente en colocarse en primera fila de combate, a sabiendas de que se trata de mi alma enfrentada a un fusil imitar bien aceitado y profesional.

Pero el aire fresco de mis mañanas asegura que mis palabras son a la larga más eficaces que los disparos en las emboscadas.”Mi pluma lo mató”, exclamó el escritor ecuatoriano cuando el dictador supercatólico cayó abaleado a las puertas del palacio de gobierno.

¡No pretendo que sea ese mi caso! ¡Válgame Dios!

¡Alma dormida! ¡Alma despierta! ¡Vigorosa! ¡Desalentada! Un día amanece risueña: el país va a regresar y con mis amigos y todo aquel que quiera acompañarnos navegaremos hacia el sol; pero en otros, el sol no grita en mi ventana y mi alma llora de desconsuelo. porque no acudió a mi llamado la política audaz que nos liberaría de los oprobios.

Y pasan los días y mendigamos un poco de alegría y solo recibimos sorna y escupitajos desde acá e hipócritas sonrisas y elocuentes e inútiles documentos solidarios desde la acera internacional, además de sinuosos proyectos de acuerdos entre gobierno y oposición que garantizan, exenta de toda culpa, la huida hacia adelante de los malhechores convirtiendo al sol en un ciego de anteojos oscuros tanteando el aire con un bastón blanco.

¡Y me sigue pesando el alma…!

¡Pero el horizonte es nuestro!

FUENTE: EL NACIONAL

REMISIÓN: Alfredo Cedeño

Caminos. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Venezuela.

Caminos

Por
Rodolfo Izaguirre

November 15, 2020

Creemos que el camino se alarga, serpentea o sigue recto solo en nuestra imaginación y por él avanzamos desafiando la densa niebla de las pesadillas o nos adentramos jubilosos en los radiantes amaneceres acariciados por los primeros rayos del sol. Pero la verdad es que el camino que nos ve andar con alegría o con pesadumbre existe, tiene presencia y corporeidad; no es frágil fantasía sino certidumbre de la aventura que emprendemos al no mas abrir la puerta que se abre a la prodigiosa o decepcionante aventura que nos aguarda en la próxima curva.

Todo camino es tierra hollada para que podamos transitar por ella y el tránsito alude al desplazamiento, a los viajes, al andar lento o presuroso o al estar de paso: el “¡Sic Transit Gloria Mundi!” (¡Así pasa la Gloria del Mundo!) que escucha el Papa cuando es elegido. Una manera de recordarle la brevedad de su respetado y a veces criticado magisterio. Lo vi montado en su papamóvil desplazándose entre la multitud que lo vitoreaba en la inmensa plaza vaticana: ¡E viva il Papa! ¡E viva il Papa!, mientras el cardenal por el altavoz reiteraba tres veces la célebre frase que sentenciaba la fugacidad de su desempeño como pastor de la Iglesia y del difícil camino que iniciaba.

Cuando con débil energía, dudas y tropiezos empezamos la marcha avanzamos a duras penas. Algunos, exageradamente jóvenes se obstinan en seguir por el único camino que conocen sin saber aun si es ruidoso, o si por el contrario cultiva la música del silencio o si hay obstáculos o facilidades, pero al poco tiempo las piernas adquieren firmeza y la mente mayor espacio para los pensamientos y cavilaciones y nos percatamos y aceptamos que, realmente, estamos en el camino y no contamos los pasos sino que corremos como animales de las espesuras sin mirar hacia ninguna parte, impetuosos; pudiera decirse: atolondrados, y caemos en trampas y ajenas maquinaciones y engaños políticos o creemos movernos en un camino verdadero. (Los cínicos hablan de una enfermedad llamada juventud, que afortunadamente tiene cura y se refieren al sarampión del comunismo que atormenta o ha atormentado a numerosos jóvenes, militantes o “compañeros de camino” (¡fui uno de ellos!), y a muchos países víctimas de la impostura populista. Y, ansiosos, (¡no me incluyo!) terminan haciendo inmorales tratos con el dinero y se aventuran, es de suponer, en oscuros contubernios.

Mas tarde, ya avanzado el recorrido a que nos obliga la misteriosa aventura de vivir, contamos los pasos, caminamos con cautela, nos volvemos recelosos, y nos mantenemos en permanente acecho: unos marcando el camino que lleva hacia Miraflores; otros, buscando en el mapa de Caracas donde están instaladas las dependencias oficiales que despiden buenos olores de provecho y nosotros, ofendidos y humillados por el poder ilegítimo y autoritario, buscamos sin encontrar salidas honorables que nos permitan extirpar el escarnio y todos nos miramos en el espejo. Algunos quisieran ver su pecho cruzado por la banda tricolor y sentirse mediocres amos del mundo; otros, atesorando dinero aferrados a la ilegalidad del poder. Somos muchos los que nos vemos tal como somos y nuestro mejor orgullo es habernos hecho a fuerza de empeños y tenacidades, rodeados solo de valiosos objetos familiares; sin andar presuntuoso y sin aparentar dignidad y decoro porque no necesitamos hacerlo.

Los países también están obligados a recorrer sus caminos llevados de las riendas por algún jinete amable y experto y en el peor de los casos, artero, mediocre e insolente, de bigotes ásperos e intolerantes.

Los actuales caminos políticos venezolanos arbitrariamente bolivarianos son vías erizadas de equivocaciones y menosprecio que alteran la paz y la tranquilidad del país. Nos vigilan militares y despiadados civiles con espíritu castrense; delincuentes, no políticos, que cierran las ventanas del país, buscan la manera de impedir que nuevos libros alimenten mi biblioteca, asfixian a las universidades y maltratan a las ciudades privándolas de agua y luz, afeando sus calles y plantando soledad en sus plazas y avenidas. Asediándonos con hambrunas y negando ayudas humanitarias.

Son caminos por donde pasan jactanciosos los matones del barrio armados por el propio régimen y guardias nacionales de mente criminal, perturbadores e impresentables.

Los jinetes, igualmente satisfechos, orgullosos de su prepotencia y mostrando el uniforme militar, ejercen acciones políticas sin soltar las riendas y sosteniendo al mismo tiempo el fusil para señalar que son militares y para mostrar la perversidad de su naturaleza. Pero no son verdaderos militares. Solo son militares de cuartel porque jamás han presenciado, ni de lejos, una refriega sin importancia de las que, estamos seguros, saldrían huyendo con gran ligereza.

Se hace camino al andar, dijo el poeta que enseñaba francés en Soria y sentía que en su infancia dominaban los aromas de los patios sevillanos. El camino será torcido y lleno de perniciosas acechanzas si el que lo va haciendo se nutre de malignidades y persigue a sus presuntos enemigos, y será un camino limpio y arbolado si el que lo va trazando al andar siente que por sus venas navega la alegría de vivir. Sufro las accidentadas vueltas y revueltas del penoso y negligente camino venezolano, sus pavorosas fallas de borde, la erosión que socava a todas las regiones del país, la impericia del conductor del vehículo que me traslada y el profundo precipicio en el que estoy cayendo desde hace algunos años.

FUENTE: EL NACIONAL

REMISIÓN:
De: A. Cedeño
Date: dom., 15 de nov. de 2020 a la(s) 10:51
Subject: Hoy Rodolfo duele…

https://www.elnacional.com/opinion/caminos/

12 de octubre. Por Rodolfo Izaguirre. Opinión. Venezuela.

12 de octubre

Por
Rodolfo Izaguirre

October 11, 2020

La primera vez que asistí y participé en el Festival de Cine de Huelva que considerábamos ingenuamente la puerta para que nuestro cine entrara en España, escuché al alcalde en la gala inaugural decir que “nuevos barcos irían a América cargados de… Y sin contenerme, exclamé: ¡otros!, pero lo dije en voz alta porque los sordos, es decir, nosotros los hipoacústicos tenemos tendencia a hablar con estrépito. El alcalde y todos los presentes me vieron de muy mala gana. Entendieron perfectamente lo que quise decir: que ya habían sido suficientes los que llegaron a nuestras costas un 12 de octubre.

Mi hijo Boris, al triunfar en España, le dijo a los españoles: “¡He venido a devolverles la visita!”.

A lo largo del tiempo surgieron dos maneras de entender el asunto: una, como un atropello, el sórdido propósito de masacrarnos y saquear las riquezas. Ningunear a los mayas, a los aztecas o incas; culturas densas y avanzadas acaso más altivas que las de la propia España. Significó castigarnos con nuevas armas: la pólvora, los perros, la cruz. En el diario de Cristóbal Colón, en sus célebres cartas al rey, la palabra oro aparece en una y en otra y en otra página. Nos estaban “descubriendo”.

La otra visión es amable y risueña: un desorientado almirante creyendo haber llegado al continente asiático, no lejos de Cipango (Japón) o de Catay (China), se sintió obligado a incorporarnos al mundo civilizado. Más tarde, para ayudar a los maltratados indios (al principio Colón creyó vérselas con indios de la India) trajeron esclavos negros africanos. En todo caso, fue una larga historia de humillaciones constantes porque después de estos períodos de descubrimiento y conquista sobrevino el de la Colonia y luego el de una Independencia no solo política sino económica porque esta quedó en manos de los héroes de la Independencia, es decir, de los caudillos civiles o militares, hasta el sol de hoy. Hugo Chávez consideró el 12 de octubre no como Día de la Raza o del Descubrimiento (que ya eran inaceptables desatinos), sino como el Día de la Resistencia Indígena. ¡Otro de sus ridículos desaciertos y un grupo de infelices fascistas seguidores de Chávez, disfrazados de indios, derribó cerca de la Plaza Venezuela el Monumento a Colón en el Golfo Triste, obra realizada en 1893 por el escultor Rafael de la Cova durante el gobierno de Joaquín Crespo.

El escritor mexicano Carlos Fuentes lo hizo mejor: dijo que los españoles de la Conquista y de la Colonia se portaron mal: nos robaron, ¡se llevaron todo! Pero sin saberlo, sin percatarse, dejaron un tesoro: ¡el idioma!

Fue precisamente el idioma lo que me impidió incursionar en el cine. Quedé tan imposibilitado que nunca pude convertirme en el cineasta que quise ser. Siendo muy joven y ñángara, descubrí que comenzaba a contar mi propia historia de manera equivocada. El 12 de octubre de 1492, Rodrigo Pérez de Acevedo o Juan Rodriguez Bermejo, llamado Rodrigo de Triana, el marinero y vigía que avistó el Nuevo Mundo desde la proa de La Pinta, una de las carabelas de Cristóbal Colón, gritó: ¡Tierra! ¡Todos la vieron! Era la isla coralina que los habitantes lucayos llamaban Guanahani. Sin saberlo, Rodrigo de Triana dio nacimiento a una nueva manera de filosofar sobre la mirada.

Al escribir el guion del documental me di cuenta de que era mal comienzo porque para que Rodrigo dijera: ¡Tierra! significaba, en lenguaje cinematográfico, que se trataba de una toma subjetiva, que la cámara está colocada detrás de Rodrigo, es decir, desde el mar, desde España. El conquistador quiere ser él quien comience a contar mi historia y no yo. ¡Era una desconsideración!

Tendría que ser lo contrario: colocar la cámara en tierra firme y poner a unos indios asombrados gritando que unas grandes canoas se están acercando con gente vestida de extraña manera sin saber con qué intenciones.

No sé si es invento mío o realmente ocurrió, pero en su versión del “descubrimiento” Colón, angustiado porque se le viene encima un motín a bordo desatado por la tripulación desesperada por no encontrar tierra, le pregunta al vigía: ¿Rodrigo, ves algo? Y Rodrigo responde a lo mexicano: ¡Ni zopilotes, mi capitán!

Mi problema mayor era ¿en qué idioma pongo a gritar y a manotear a estos indios? No sé cómo hablaban mis ancestros y habría resultado vergonzoso ponerlos a hablar como Rodrigo de Triana. Hablar en ese preciso momento y seguir escuchándolos vociferar en el español de 1492 y a lo largo del documental habría sido un verdadero despropósito. En el caso de haber investigado quiénes eran esos antepasados, a cuál tribu pertenecían y cómo era su habla estaría obligado a traducir lo que gritaban y poner títulos o didascalias al filme. (El cine venezolano ha recorrido más de cien años y en su ya copiosa filmografia solo la extraordinaria Dauna. Lo que se lleva el río (2015), de Mario Crespo, tiene subtítulos castellanos). ¡Mi cortometraje habría pasado a la historia por ser el primero en contar con subtítulos porque en los tiempos que me habrían visto intentar la filmación del corto, el venezolano era un cine que estaba en pañales! Hemos tenido que esperar algo más de un siglo para verlo alargarse los pantalones.

Pero los indios que vieron llegar al almirante alucinado seguimos esperando que alguien ponga la cámara en tierra firme y ser nosotros los que escuchemos y veamos a Rodrigo de Triana gritar como un loco creyendo que nos está descubriendo.

Rodolfo Izaguirre

FUENTE: EL NACIONAL

Pasan los siglos. Por: Rodolfo Izaguirre. Opinión. Venezuela. El Nacional.

Pasan los siglos

Por: Rodolfo Izaguirre

mayo 31, 2020

OPINIÓN
Siendo el venezolano un país petrolero de renombre ocurre que no tenemos gasolina, que hay que sacrificar horas en colas que dan la vuelta a la manzana para surtirnos en la bomba o estación. Si hay suerte, cuando nos toca el turno la pagamos en dólares. Hasta 4 dólares el litro en un mercado negro y la recibes en tu casa. ¡La gasolina más cara del mundo!
El hambre ya está llegando a mi casa; la despensa en mi cocina, antes relativamente llena, permanece vacía y mi salud, que se jactaba de ser sana y firme, tambalea agobiada por la falta de proteínas y mi ánimo sucumbe y se entristece cuando se entera del desamparo que castiga a todo el país que se alimenta mal, rebusca en las basuras para encontrar algo de comer o termina muriendo de inanición. Tengo un par de meses sin Internet. Pagué el teléfono y sigo sin llamar. No tengo agua, se me va la luz aunque afortunadamente no se me apaga el entendimiento; me cortaron el dividí; pronto no podré contar con el gas y tendré que buscar leña y regresar al primitivo fogón. Hace tiempo que no me río, que no voy al cine y estoy a punto de sentarme sobre algún escombro de la ciudad y ponerme a llorar.

Escribo una crónica sobre el país que está muerto y algunos lectores creen que quien se está muriendo soy yo. Mi mayor desconsuelo es que no logro explicarme por qué soportamos desde hace más de dos décadas los despropósitos y desventuras de un régimen militar inepto y despiadado y la presencia hostil de un grupo civil abiertamente deshonesto e insaciable, ávido del dinero que producen por igual la minería y el narcotráfico.

Siento que el crimen se ha enseñoreado en el poder político y seguimos sin alcanzar al siglo XXI. Este nuevo siglo, esperanzador en muchos aspectos, tenía que habernos prodigado bonanza y felicidad en lugar de azotes, obstáculos, dificultades burocráticas y carestía de agua, júbilo, gasolina y prolongados apagones en varias ciudades del interior.

El nuevo siglo nos trajo tecnologías, es cierto, pero siempre ajenas, creemos vivir en un país dotado de buenas señales de prosperidad, es decir, de bienes naturales y una tierra de enardecida feracidad. ¡Pero es solo una terrible ilusión! ¡Somos un pobre país pobre en el que las universidades se asfixian todos los días cada vez más.

¿Qué ocurrirá en Alemania o Inglaterra cuando lleguemos nosotros a igualar la extraordinaria situación de avance social y prosperidad que ostentan actualmente? Para entonces, ¡estarán colonizando a Saturno o construyendo florecientes ciudades bajo el mar!

¿Qué escribió Gina Sarraceni en Sueños e imágenes de la modernidad, 1997, el libro colectivo editado por la Fundación Celarg? Escribió: El siglo XIX se configuró como “el advenimiento de lo nuevo”, como una época revolucionaria en la que se producen rupturas y cambios que modifican y transforman la vida del individuo. La confluencia, en un mismo arco temporal, de sucesos -materiales y culturales- con un fuerte poder transformador, da lugar a lo que podía llamarse la epifanía de la modernidad.

Si al miserable retraso político, social y cultural vivido por el país gomecista añadimos los vacilantes años de continuidad democrática compartidos por adecos y copeyanos y sumamos al catastrófico desempeñó del “socialismo bolivariano” la dictadura de Pérez Jiménez solo nos quedará, vuelvo a decirlo, el consuelo de sentarnos sobre los escombros del país y llorar la más amarga tristeza. Encontraremos mayor desaliento aun si recordamos a Bolívar, igualmente desengañado navegando por el Magdalena para morir en Santa Marta abrumado por la inutilidad de haber arado en el mar y sin poder salir del laberinto en el que se encontraba.

Bolívar tuvo mejor suerte que nosotros porque no supo nunca del desorden y caóticas turbulencias que sufrió el país a lo largo del siglo XIX. Para el mundo es el siglo del ferrocarril, de la luz eléctrica, y de los barcos de vapor. Para los venezolanos, es la depauperación causada por los caudillos, rupturas políticas que en nada nos transformaron, ni siquiera el empeño de Guzmán Blanco por afrancesarnos.

¡Los caudillos no han muerto, siguen vivos! Pero en el siglo XIX eran temibles, muy nerviosos y se levantaban en armas en un dos por tres. Sin mencionar a la Guerra Federal, a la invasiones, rebeliones, montoneras y furiosos arrebatos personales de generales y gente de tropa, basta con enumerar algunas de las Revoluciones que se sucedieron en el siglo XIX venezolano: la llamada Revolución de las Reformas, 1836 enfrentó a Pedro Carujo contra José María Vargas (“¡el mundo es de los valientes…!” “¡No. El mundo es del hombre justo…!»), la Liberal Conservadora, de 1854, se promovió contra José Gregorio Monagas; la de marzo, de 1858 la comandó Julián Castro contra José Tadeo Monagas; la Revolución Azul, de 1868 se alzó contra Juan Crisóstomo Falcón; la de abril, de 1870 la lideró Antonio Guzmán Blanco contra José Ruperto Monagas; la Revolución de Coro, 1875 fue contra Guzmán. Hay más: la Revolución de Queipa, encabezada por el Mocho Hernández contra Ignacio Andrade; la Legalista, de Joaquín Crespo contra Raimundo Andueza Palacio; la Liberal Restauradora, de 1899, encabezada por Cipriano Castro contra Ignacio Andrade, luego la de Antonio Matos contra Cipriano y finalmente, el afrentoso golpe de Gómez contra Cipriano y la no menos odiosa traición perpetrada contra el compadre en 1908. Una siniestra manera de comenzar un nuevo siglo.

¡El siglo XIX resultó escandalosamente violento! Pero el que le siguió nos premió con 27 años de una dictadura perversa jubilosa por mantener una paz de cementerio pero tuvimos que soportar a los adecos, a los copeyanos; a Pérez Jiménez y a Fidel Castro. Pero nada es comparable al nefasto régimen militar que nos impuso Hugo Chávez, secundado por Nicolás Maduro y su pandilla. Un régimen que está enredando los primeros pasos del siglo XXI, es decir, el siglo de los fundamentalistas islámicos, de mis primeros e inútiles noventa años de edad; el triunfo de la cultura del espectáculo y la existencia de un virus que tiene loco al mundo entero.

FUENTE: El Nacional 

REMISIÓN: Alfredo Cedeño

Un desierto nevado. Por Rodolfo Izaguirre. Opinión. El Nacional.

Un desierto nevado

Por
Rodolfo Izaguirre –

enero 26, 2020

Las huellas de sus pasos en la nieve permitieron a la policía detectar la presencia del primer hombre invisible del cine y abatirlo. Dispararon a un espacio vacío encima de las huellas y las balas encontraron su cuerpo amparado en la invisibilidad. Entonces, también por primera vez en el cine, los espectadores vieron asombrados cómo iban apareciendo sobre la blancura de la nieve la sangre y el cuerpo de lo que había sido, hasta ese trágico instante, la más rotunda inexistencia. Comenzó a aparecer una forma humana, músculos, un sistema circulatorio, una materia orgánica hasta que surgió el rostro de Jack Griffin (Claude Rains), el actor protagonista del filme dirigido por James Whale en 1933. Dos años más tarde estaba yo naciendo en la apacible Caracas de apenas 200.000 almas.

La nieve por su intensa y cegadora blancura es símbolo de pureza y por el hecho de caer del cielo adquiere el poder mágico de lo celestial. Sus copos, al caer son suaves, es lluvia pero más hermosa que la propia lluvia; se convierte en hielo, pero al cabo de algunos días se vuelve barro y fealdad, algo sucio y repugnante, como si volviera Arthur Rimbaud a sentar a la belleza en sus rodillas para encontrarla amarga e injuriarla.

En el desierto, en cambio, reina el sol no como energía de vida sino como un fulgor que ciega y provoca desfallecimiento y muerte. Su ardiente y permanente sequedad se compara o asocia con el reino de la espiritualidad y de la abstracción. Es en el desierto donde el ermitaño encuentra la pureza de su beatitud, san Antonio el valor para defenderse de las ofensas de figuras infernales y el propio Jesucristo las tentaciones de Lucifer. ¡Es limpio!, reconoció Lawrence de Arabia al referirse al desierto que lo hizo famoso. La nieve no existe en el desierto. Resulta inimaginable vincularla con la agónica sequedad del océano de las ardientes dunas. No hay lluvia, mucho menos convertida en suaves copos de nieve sino arena. Espacios de peligrosa y mortífera soledad.

Sin embargo, a dos horas en automóvil, por excelentes y bien mantenidas autopistas y carreteras y sin salir de Los Ángeles se extiende el Anthelope Mojave Desert en South California, un insólito desierto cubierto de nieve en su vasta totalidad. Lo más desconcertante es que en él se levanta la ciudad de Lancaster con casas de hermosos diseños y una universidad. Un desierto cercado de suaves colinas que aspiran a ser altas montañas igualmente cubiertas de nieve. ¡Es algo asombroso! Luego, en su inmediata cercanía se encuentra el desierto del Mojave: 124.000 kilómetros cuadrados que invade amplias zonas de Arizona, Nevada, Utah y el célebre Gran Cañón, rodeado además por otros desiertos como el de Sonora y de Colorado. El Mojave ha servido de locación para el rodaje de filmes y lugar de grabación de musicales. La historia que lo prestigia es bella: la de un gigantesco pájaro de alas blancas que se posó en las aguas que alguna vez cubrieron el lugar. Dice la leyenda que cuando desaparecieron las aguas solo quedó en pie un árbol seco. Un solitario explorador en 1847 escuchó decir a unos indios que un barco permanecía anclado en el desierto. ¡Las alas del pájaro, pensó el explorador, podían ser las velas y el árbol seco el mástil! En el Mojave también se encuentra el Valle de la Muerte!

Pero el Anthelop Mojave Desert no niega la vida, por el contrario, la vida futura se remueve en él de manera incesante porque varias zonas permanecen cubiertas de placas producto de una avasallante tecnología que permite obtener con ellas lo que le piden al viento: energía eólica, y está activa una universidad dispuesta a conocer y manejar el futuro.

Fui al desierto de Antehelope Mojave porque quería conocer y constatar la insólita existencia de un desierto nevado e imaginar un barco hundido en la blancura de lo imposible; hacer con mis manos un muñeco de nieve, protagonizar una batalla de bolas de nieve con Edgar Larrazábal, Elizabeth Baralt y mi hija Valentina, y recorrer en automóvil calles trazadas en pleno desierto.

Acepté maravillado que es cierta y tangible la belleza de lo imposible; que hay poesía en la peligrosa y temible sequedad y aridez del desierto. Pero hay, más allá, la poderosa e inexplicable beldad o hermosura de un desierto nevado.

Los ermitaños y los demonios de las tentaciones han amado con igual deslumbramiento la perfecta y abstracta soledad del desierto y en Jerusalén se escucha durante la noche la voz del viento que brota de esa misma soledad. Pero mayor es el prodigio de ver la nieve cubriendo la sequedad de un desierto y la más portentosa de las maravillas sería ver a nómadas árabes aventurándose por dunas de intensa blancura.

FUENTE: El Nacional