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JORGE GIORDANI Y EL FIN DEL PROCESO. Por. Antonio Sánchez García. [Disidentes de Altamira]

Han caído las últimas máscaras. Ante un país anonadado y una oposición que no muestra visos de capacidad de reacción, entrampada en la inercia del delirio. La huida del ideólogo de la mascarada no es como para alegrarse. Presagia honduras peores.
Que Dios se ampare de Venezuela.

Antonio Sánchez García @sangarccs
JORGE GIORDANI Y EL FIN DEL PROCESO

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La sorpresa ha sido mayúscula, por lo menos para quienes, lejos de los tejemanejes del régimen, sólo se enteran de sus interioridades por lo que logra romper de suyo el cerco de las intimidades miraflorinas y trasciende a la opinión pública por el escándalo que acarrea. En este caso, llevado a la arena por la evidente decisión del protagonista principal por poner las cosas en su sitio, liberarse de toda responsabilidad en el siniestro curso que comienzan a tomar los acontecimientos y distanciarse en forma drástica e irreversible del rumbo que le ha impreso al llamado proceso su aparente deus ex machina, Nicolás Maduro. Todo lo cual mediante una carta dirigida a la opinión pública. En términos tan minuciosos e inequívocos, que más que una carta abierta se está ante un testamento de significado histórico. ¿Cuál es el difunto que amerita sacralidad tan solemne y confesiones tan crudas? Nada más y nada menos que el proceso revolucionario mismo. Necesaria consecuencia, así se deja ver negro sobre blanco en la declaración jurada de Jorge Giordani, de la desaparición física de su principal gestor, espíritu y conductor, Hugo Chávez Frías. Y la deriva abiertamente mafiosa y conspirativa tomada por el gobierno de Maduro. ¿Se imagina a Goebbels dejando en la estacada a Göring?

La carta abierta narra el contubernio político que el economista de origen dominicano y convertido en amanuense de las teorías económicas y sociológicas marxistas, aprendidas y ejercitadas en la UCV – otrora teatro operativo central de las guerrillas, y luego de la llamada pacificación de Caldera laboratorio de gestación, parto y preparación de los principales cuadros técnicos, político operativos y terreno de acción para las guerrillas urbanas que dirigidas por el joven estudiante de sociología y hoy canciller de la República Elías Jaua, acompañado por fichas claves de la futura revolución, como Jorge Rodríguez hijo y muchos más, le prepararan las condiciones sociales para el asalto al Poder – estableciera con el teniente coronel golpista Hugo Chávez desde los primeros tiempos de su estadía en la cárcel de Yare. Así lo confiesa no sin un dejo de orgullo y honra por pertenecer a la primera hornada, la de la aristocracia golpista. Y a quien, consciente del papel histórico que parecía predestinado a jugar como agente del castrocomunismo, tanto en Venezuela como en América Latina, sirviera de cercano e indispensable asesor intelectual y consejero ideológico. Prueba irrecusable de que por lo menos desde esa fecha y antes de su bautismal encuentro en 1995 con Fiel Castro en La Habana, ya Hugo Chávez pretendía implementar un proyecto marxista en Venezuela. Para lo cual, el concurso del doctor Giordani le vino como piedra en ojo de boticario.

Desde ese punto de vista, la carta en cuestión constituye un documento de indudable valor histórico. Reseña la bitácora de una gigantomaquia: el esfuerzo empeñado por Chávez y los comandantes golpistas que lo acompañaban por imponer en Venezuela y el mundo – la megalomanía no tenía límites por entonces -, lo que luego otro corifeo ideológico importado, el académico marxista de origen germano mexicano Hans Dietrich Steffan bautizaría como “socialismo del siglo XXI”. Una jerigonza comunistoide que adobada con las tres raíces bolivarianas y una gotas del linimento justicialista del Dr. Norberto Ceresole daría por resultado un soberbio éxito político – el asalto al Poder mediante un deslave electoral y la entronización del teniente coronel y su troupe – y un colosal desastre económico social sin precedentes en la historia de América Latina saldado con su muerte y la devastación hasta sus cimientos de una de las naciones más ricas del planeta y primer reservorio petrolífero de Occidente.

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El significado histórico de la carta no reside en la supuesta verdad que enuncia, sino en la falsa verdad que ostenta: las torpes falacias, auto engaños y falsificaciones de heterodoxia económica, política y religiosa que encierra. Vale decir: documenta la indigencia intelectual, la incultura científica y moral y los miserables propósitos que estuvieron en el trasfondo de los 14 años más desastrosos vividos por la Venezuela del Siglo XXI. Y lo que es asombroso: a vista y paciencia de una mayoría nacional y hasta la admiración del progresismo mundial, incluido fichas cooptadas en Hollywood. Y hasta el establecimiento político y empresarial norteamericano e incluso la CIA, según señalamientos del periodista del Miami Herald Casto Ocando.[i] Sostenidos en la insólita capacidad comunicativa, mimética y seductora de un trastornado frente a las clases sociales moral e intelectualmente más depauperadas del país y el desahuciado mesianismo que trufaba el engañoso mensaje que emitía. Ante el que cayeran rendidos desde Sean Penn y Danny Glober hasta el embajador John Maisto. Y que amén de un reparto indiscriminado de una gigantesca masa monetaria recaudada por las exportaciones petroleras en la era de los más altos precios de su historia, la conversión de la economía venezolana en una economía de puertos, la devastación de la cultura material heredada de cinco siglos de esfuerzos y el envilecimiento espiritual más sistemático y acucioso de los sectores populares registrado en nuestra historia sesquicentenaria, no deja, a la postre, más que una crisis material y existencial de proporciones ciclópeas, un país a la deriva, un pueblo nuevamente desengañado que tras 14 años de ilusiones se ve con las manos vacía y una pérdida de identidad y autoestima que costará decenios reparar. Nadie se deja estafar gustosamente a cambio de unas migajas sin despertar desquiciado por la estafa misma. Que la crisis pone de manifiesto y pronto le reventará en el rostro a los acaudillados del Siglo XXI. En eso, y sólo en eso tiene razón nuestro germano vendedor de ilusiones: cuando la crisis golpee los estómagos no habrá estampita, rezo ni consigna que pueda controlar la barbarie. Bárbaro fuiste y en bárbaro te convertirás.

En 2002, absolutamente convencido de la catástrofe a la que la estulticia nacional nos empujaba, describí lo que llamé la encrucijada que Venezuela enfrentaba – dictadura o democracia – citando entre los epígrafes a dos autores del siglo XIX que dieron razón de todo el comentario que nuestras revoluciones ameritan, y de las que la chavista no fue ni mucho menos excepción a la regla: “Las convulsiones intestinas han dado sacrificios, pero no mejoras; lágrimas, pero no cosechas. Han sido siempre un extravío para volver al mismo punto, con un desengaño de más, con un tesoro de menos.” Lo escribió en 1856 Cecilio Acosta en un pequeño manual de urbanidad política llamado Cosas sabidas y cosas por saberse, que nadie quiso o pudo saber, pues cada cuarenta o cincuenta años volvíamos por las viejas andanzas montoneras. Como para que en 1893, Luis Level de Goda escribiese en su Historia Contemporánea de Venezuela que “Las revoluciones no han producido en Venezuela sino el caudillaje más vulgar, gobiernos personales y de caciques, grandes desórdenes y desafueros, corrupción, y una larga y horrenda tiranía, la ruina moral del país y la degradación de un gran número de venezolanos.” ¿No es un fiel espejo de lo que volvió a ocurrir a más de un siglo de distancia? Bien dice el refrán: la cabra al monte tira.

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¿Qué han buscado en Venezuela marxistas leninistas como Jorge Giordani o Hans Dietrich que no fuera el caudillaje más vulgar, un gobierno estrictamente personal y caciquero, corrupción galopante y la degradación de millones y millones de venezolanos convertidos en parásitos dependientes de las ubres de la sagrada vaca petrolera? Nada, absolutamente nada nuevo bajo el sol. Ensimismados en sus divagaciones teóricas no tenían por qué darse cuenta de las viejas verdades, sabidas o por saberse. Pero exactamente como en las historias de cornudos: los últimos en enterarse han sido ellos. Después de más de 20 años de fanática entrega al más devastador y desquiciado proyecto político, ambos discípulos de Carlos Marx se retiran del combate. No soportan el hedor de los cadáveres.

Lo verdaderamente importante a resaltar no son los monstruosos errores cometidos por ambos al respaldar un despropósito telúrico sostenido exclusivamente por la estulticia nacional y tres trillones de dólares, que a creerle a los encuestadores todavía sigue trastornando al 40% de la población electoral venezolana, sino la flagrante orfandad ideológica en que quedan los restos del naufragio y las pompas fúnebres que unos pobres desarrapados todavía toman por un gobierno de tomo y lomo. Muerto Chávez e idos quienes le facilitaran la coartada marxista leninista del llamado “proceso” no quedan más que los últimos perros de la corte, lamiendo los huesos y devorándose unos a otros por los restos. Todo lo cual digno de un cuadro de la imaginería medieval, un retablo del apocalipsis de Brueghel o la imagen de los infiernos de un Hieronymus Bosch.

Nada de lo que se ha descrito exagera los contornos de la devastación y el desastre que hemos venido sufriendo paciente, estoicamente. Como lo hubiera dicho Cecilio Acosta, es sabido y apenas queda algo nuevo por saberse. En su trasfondo, lo que otro gran pensador venezolano escribiera medio siglo después, en 1950 en un opúsculo de un contenido tan dramático y desesperanzador como su título: Mensaje sin destino: Venezuela, después de dos siglos de República – no diremos de Independencia, que hace 14 años la perdiéramos en hombros de la traición a nuestra soberanía por parte de las fuerzas armadas -sigue empantanada en una crisis de pueblo, en una crisis de Nación, en una crisis de República.

Han caído las últimas máscaras. Ante un país anonadado y una oposición que no muestra visos de capacidad de reacción, entrampada en la inercia del delirio. La huida del ideólogo de la mascarada no es como para alegrarse. Presagia honduras peores.
Que Dios se ampare de Venezuela.

[i] Casto Ocando, Chavistas en el Imperio, Factual, Miami, 2004.

REMITIDO E ILUSTRADO POR:
Alberto Rodríguez Barrera

>Decadencia y caída de la V República // Por: Antonio Sánchez García

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Decadencia y caída de la V República


Escrito por Antonio Sánchez GarcíaMartes 17 de Mayo de 2011 14:47

Cuando a pocos meses de su caída Adolfo Hitler ordena trasladar el Comando Central de las Fuerzas Armadas y la dirección de la guerra a Berlín, a alguno de sus generales del Estado Mayor se le antojó una ocurrencia que el Führer, ensordecido por el atentado del 20 de julio de 1944, no alcanzó a discernir, si bien retrataba con extrema crueldad la inminencia del hundimiento y su propia extinción, consumido y hecho cenizas por el fuego de su locura: «excelente idea la de instalarnos en Berlín»- le señaló a sus compañeros de armas.

«Así podremos desplazarnos del Frente Oriental al Frente Occidental en Metro». Alemania, cuyos dominios un sencillo caporal austríaco había extendido en algunos meses de guerra relampagueante – la famosa Blitzkrieg – miles y miles de kilómetros, desde el Atlántico hasta los Urales y desde el Báltico al Mediterráneo, no alcanzaba por entonces desde el frente del Este al del Oeste más de cien kilómetros de extensión: las tropas de Zuhjov estaban a 50 kms de Berlín. Las de Eisenhower ya amenazaban con llegar a la capital. «Esto se acabó», refunfuñó el Führer, cuando el 20 de abril, hecho un guiñapo, celebraba su quincuagésimo sexto aniversario en su tristemente célebre Bunker del Tiergarten. El delirio del milenario Tercer Reich se había reventado como un pompa de jabón. No duró con vida más de trece años.


Goebbels, más hitleriano que Hitler, no culpó por la debacle ni a los soviéticos ni a los aliados, que en un esfuerzo ciclópeo habían barrido con la ponzoña nazi de un extremo al otro de Europa y el Norte de África. «¿Qué se puede hacer con un pueblo cuyos hombres ni siquiera plantan cara cuando alguien viola a sus mujeres?» recriminaba el Gauleiter Goebbels a sus compatriotas, admitiendo con amargura a sus ayudantes, ese mismo día, que la guerra estaba irremediablemente perdida, no por culpa de Hitler sino porque el pueblo alemán le había fallado». En el colmo del cinismo, el segundo de a bordo quitaba de sobre los hombros del Führer la responsabilidad por el horror de una guerra brutal y descabellada, incluido el espanto del Holocausto:


«Todos los planes, todas las ideas del nacionalsocialismo son demasiado elevadas, demasiado nobles para un pueblo como ese…» reclamó indignado. «Ese pueblo merece el destino que le espera» – concluyó.


Pienso en esas monstruosas declaraciones mientras observo al gobierno de Hugo Chávez atenaceado entre la espada de las FARC y la pared de Walid Makled. Cuando el mundo se desmorona a su alrededor y su sueño de reconstruir la Gran Colombia termina con los cadáveres descuartizados y sanguinolentos de Raúl Reyes y el Mono Jojoy; Correa estrujando a quienes todavía lo respaldan con una avaricia digna de mejor causas para imponer un plebiscito con una escuálida y agonizante mayoría, Evo Morales con menos de un tercio del apoyo electoral que un día tuviera y Ollanta Humala renegando desesperado del incómodo y contraproducente respaldo del teniente coronel para ver si pellizca, por fin, la ansiada meta: pasar de ágrafo y analfabeta golpista militar a la presidencia que un día disputara el más ilustre de sus conciudadanos, el Nobel Vargas Llosa. Repetir, esta vez en el Perú, la lamentable y costosa hazaña de Hugo Rafael Chávez Frías.


Como esos recuentos alucinantes de la propia vida que según algunos acuden presurosos a la conciencia opaca y desfalleciente de los moribundos, Chávez repasará en su obligado descanso sus días de

gloria. Su atropellada y sanguinaria irrupción en los anales de la estulticia nacional a través de una rendija mediática de poco más de treinta segundos; su travesía por el desierto de la soledad de un país cuya racionalidad pendía de un hilo; su mendicidad de una pizca de atención de los medios cuando nadie daba un centavo por sus despojos; hasta el fulgor y la gloria de las elecciones con que una Nación enceguecida y apasionada se entregara en sus brazos, la guasonería con que humillara al tartamudeante anciano que lo juramentara ante una «moribunda Constitución», la insólita sumisión de un Congreso súbitamente enmudecido, la prepotencia infinita con que comenzara a triturar las tradiciones del país que se le rendía inerme.


Chávez, el mismo que hoy se desplaza en muletas y agradece con lágrimas en los ojos la impostura de un negociante de espectáculos que para levantarle el ego y obtener alguna granjería lo engaña

entregándole una guitarra supuestamente autografiada por la chica del calendario, comenzó a vivir los descuentos. Su decadencia motora somatiza su impotencia política. Ya no basta con la seducción de su arrullo, la fantasía de sus palabras, el vigor de sus promesas: ofrece con las manos vacías lo que no construyó con un millón de millones de dólares. Tirados a la estéril rueda de su fortuna. Más provecho le habrán sacado los Kirchner – ese par de estafadores que lo engatusaran -, a los cinco mil millones de dólares que les regaló, que él a los cientos de miles de millones que despilfarró. ¿De dónde sacará los millones que necesita para financiar el último viaje de un tren que ya lo dejó varado en la estación fracaso?


Vivimos el hundimiento de una muy costosa revolución de pacotilla, de una devastadora aventura de impostores, mafiosos y truhanes. De la conciencia de los mejores depende que el país avance con paso seguro hacia el futuro. Llegó la hora de la razón, llegó la hora de la grandeza.
FUENTE DEL TEXTO: Venezolanos en Linea
IMAGENES PRINCIPALES: 
Artículo ilustrado por: Alberto Rodríguez Barrera  

>El problema no es el programa: ¡el problema es el poder! // Por: Antonio Sanchez García

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 Antonio Sánchez García Opinión
Noticiero Digital
El problema no es el programa: ¡el problema es el poder!

 

Lun Ene 10, 2011 5:19 am
Chávez lo tuvo siempre claro. Su problema fue, es y será el Poder. Hoy en día, cuando su Poder está más carcomido que nunca y un gran movimiento popular como los del pasado podría resolver la grave interrogante del Poder, ¿lo saben sus opositores? ¿Tienen claro los partidos, tienen claro sus líderes, tiene en claro la MUD que el único y verdadero problema de la Venezuela de hoy es el Poder? De lo que estamos ciertos, y el artículo de Antonio Pasquali de hoy en El Nacional lo reafirma con claridad meridiana, es que crecen y se fortalecen los sectores de la sociedad civil que comienzan a exigirlo: el problema es el Poder.
 
A Antonio Pasquali
 
A mediados de 1996 se efectuó en una casa de la Alta Florida una trascendental reunión con participación de importantes políticos del amplio espectro opositor al gobierno de Rafael Caldera, entre los cuales aquellos que pretendían ganar las elecciones de 1998 llevando de candidato al teniente coronel retirado Hugo Rafael Chávez Frías. Todos estaban perfectamente conscientes de que el gobierno de Rafael Caldera se encontraba hundido en una crisis aparentemente irreversible, tambaleándose casi al borde del abismo y la opinión generalizada entre los contertulios, reunidos en torno a una suculenta paella encargada por el anfitrión, era que Caldera estaba prácticamente caído.

Razones de elemental discreción me impiden dar a conocer los nombres de los participantes, entre los cuales políticos de la izquierda radical venezolana, periodistas, algún empresario, personalidades de los medios y los dos principales promotores de la candidatura de Chávez Frías: Luis Miquilena y el anfitrión del almuerzo y dueño de casa, José Vicente Rangel. Tema de la reunión: la convocatoria a una asamblea constituyente. Asunto nada nuevo, pues había sido incorporado al programa de la candidatura de Oswaldo Álvarez Paz tres años antes e incluso el mismo Rafael Caldera lo había asomado como medida procedente para carenar el forado dejado en el establecimiento político venezolano por el defenestramiento de Carlos Andrés Pérez. Sin que hasta entonces hubiera adelantado la realización de un proyecto que se consideraba esencial para sortear la crisis. Ante un liderazgo democrático absolutamente desnortado y confundido.

Lo traigo a colación por diversas razones: la primera de las cuales es la similitud de escenarios: un gobierno que 15 años después y tras 12 de ejercicio se tambalea, al borde del abismo. Sin haber logrado resolver la grave crisis estructural que estallara entonces y que ha alcanzado al día de hoy dimensiones apocalípticas. La segunda es porque de todos los participantes de aquella crucial reunión, salvo el teniente coronel, todos o han saltado la talanquera y son próceres de la oposición democrática venezolana, o guardan una equidistante distancia frente al quemante problema del Poder. No faltan, entre ellos, los que quisieran verse encargados de resolver esta otra crisis, infinitamente más grave y compleja que aquella.

La tercera y muy importante es resaltar que faltando dos años del asalto al Poder, la élite que llevaría a Chávez a Miraflores tenía un programa: la Constituyente y, a su través, la refundación de Venezuela. La cuarta es igualmente importante: ese grupo de operadores políticos ya disponía del mascarón de proa de la embestida contra la institucionalidad democrática, el teniente coronel Hugo Chávez. Pero la quinta es la determinante: ese personaje era, de todos los contertulios, el único político práctico de verdad verdad. Lo demostró a la hora de asumir las tareas y repartir responsabilidades, sobre todo la de iniciar la campaña propagandística por la Constituyente.

Encargado de distribuir esas tareas fue Luis Miquilena, quien al llegarle el turno al esmirriado golpista fracasado – no tenía entonces ninguna figuración en las encuestas – le señaló la tarea de presentarse al día siguiente en un programa de opinión en Venevisión, uno de cuyos ejecutivos se encontraba presente y asumió la coordinación de la tarea. “Yo voy y hablo de la constituyente” – me cuentan que dijo Chávez – “pero bajo una condición: ¡pediré la renuncia de Caldera!”.

Lo recuerdo en este momento leyendo la biografía de Hitler de John Toland , quien cuenta que a comienzo de los años 20 el futuro dictador austro alemán – un recién salido del absoluto anonimato de la bohemia y el vagabundaje muniquense – acompañó al general Ludendorf para cooptar un importante líder bávaro del socialismo duro – Georg Strasser, uno de sus posteriores baluartes – y al incomodarse por la pregunta por el programa de su minúsculo e insignificante Partido de los Trabajadores Alemanes le respondió indignado: “El programa no es la cuestión. La única cuestión es el Poder”.

Chávez lo tuvo siempre claro. Su problema fue, es y será el Poder. Hoy en día, cuando su Poder está más carcomido que nunca y un gran movimiento popular como los del pasado podría resolver la grave interrogante del Poder, ¿lo saben sus opositores? ¿Tienen claro los partidos, tienen claro sus líderes, tiene en claro la MUD que el único y verdadero problema de la Venezuela de hoy es el Poder? De lo que estamos ciertos, y el artículo de Antonio Pasquali de hoy en El Nacional lo reafirma con claridad meridiana, es que crecen y se fortalecen los sectores de la sociedad civil que comienzan a exigirlo: el problema es el Poder.

Fuente: Noticiero Digital  
IMAGEN: La Carta desde Venezuela
 
Remisión y comentario:
Señores, busquen el articulo de Antonio Pasquali, en El Nacional de ayer, en donde llama a la aplicacion del 25; 333 y 350 de la Constitución.  Complementa esto. Igual busquen el libro de Mirtha Rivero «La Rebelión de los Naufragos», sobre la actuación de los Notables, en la caída de CAP y la entronización del gorila.

JF 

>Cunde el terror en Miraflores // Por: Antonio Sánchez García

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Cunde el terror en Miraflores

El Senado español acaba de dar un paso trascendental: aprobar la llamada Declaración de Caracas para, con ella oficializada como documento legalizado por las Cortes, presionar al gobierno de Zapatero en sus relaciones con Caracas. Junto a la de Juan Manuel Santos y Makled, su testigo estrella, otra espada sobre Miraflores. Por ahora, que ladren los perros. Ya veremos si muerden.

Que las solitarias declaraciones de un desterrado pongan a gritar a las focas amaestradas del presidente de la república y amerite de su parte el tronar de sus amenazas contra el único canal opositor del país, poniendo una vez más al desnudo el talante despótico y dictatorial del régimen, demuestra el pánico que empieza a cundir en Miraflores. De nada ha servido el compromiso de Juan Manuel Santos de asegurarle a su nuevo “amigo íntimo” el envío del testigo estrella de la fiscalía norteamericana en un eventual juicio contra la élite de la fuerza armada venezolana llevada a tribunales para responder por delitos de narcotráfico y contubernio con el narcoterrorismo.

No es, por cierto, un terror ilusorio ni corresponde a pura imaginación de la ya muy sensible esquizofrenia presidencial. Corresponde a una brutal realidad: si Makled tiene efectivamente todas las pruebas de que se jacta, y está dispuesto a entregarlas a la justicia norteamericana antes de que transcurran los eventuales 18 meses de la decisión de la Corte Suprema colombiana respecto de su definitiva extradición, constituye sin duda una presa infinitamente más valiosa para el departamento de justicia norteamericana que en su tiempo Noriega o el mismo Fidel Castro. Aquel fue secuestrado para llevarlo a juicio en territorio norteamericano. Éste debió fusilar a dos víctimas propiciatorias para sacudirse el riesgo de terminar en Manhattan.

Para apreciar el significado real de las declaraciones de Guillermo Zuloaga, asilado en los Estados Unidos por razones de la persecución política que se le sigue en nuestro país y que las estentóreas declaraciones de dos ex periodistas y parlamentarios no vienen más que a reafirmar, hay que tener en cuenta el carácter de virtual secuestro en que se encuentra el presidente Chávez del presidente colombiano Juan Manuel Santos.

Pues si le asegura cumplir su palabra y entregarle a la ansiada presa, recuerda que antes debe contarse con la decisión de la Corte Suprema colombiana y que tal decisión puede tardar dieciocho meses. Para complementar el real significado de ese lapso, su embajador en Washington garantiza, simultáneamente, que Makled estará a la libre disposición de las autoridades norteamericanas. Consecuencia final: cuando Makled llegue a Venezuela puede que sea un bagazo sin ninguna significación político jurídico. Y peor aún: que los tribunales norteamericanos hayan agotado la reunión de datos y pruebas contra parte muy importante de la elite gobernante venezolana.

¿Puede el presidente de la república cerrar Globovisión en esas circunstancias de apremio y secuestro sin desatar los demonios, nacional e internacionalmente? ¿Puede apresurar la toma de decisiones de naturaleza represora y golpista teniendo la espada de Makled sobre su cabeza? ¿O está condenado a mantener las apariencias mientras no termine por encarcelar al peor y más peligroso testigo de cargo de su historia?

El Senado español acaba de dar un paso trascendental: aprobar la llamada Declaración de Caracas para, con ella oficializada como documento legalizado por las Cortes, presionar al gobierno de Zapatero en sus relaciones con Caracas. Junto a la de Juan Manuel Santos y Makled, su testigo estrella, otra espada sobre Miraflores. Por ahora, que ladren los perros. Ya veremos si muerden

Opinión
Antonio Sánchez García
Fuente: Noticiero Digital.com

>VOTA ROJO, BOTA SANGRE // Por: Antonio Sánchez García

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¿Cómo conciliar ese 90% de preocupación por la inseguridad con ese 40% de respaldo a quien es su máximo responsable? O mienten las encuestas, o ese 40% está constituido por desalmados. Si tras estos doscientos años de república los asesinos son vitoreados y seguidos, es que moral y luces  siguen siendo nuestras primeras y grandes necesidades. Tocar los huesitos de Bolívar es un comedia siniestra, malversar su nombre, un crimen. Vota rojo, bota sangre. O despierta de una buena vez y vota por la vida.
Antonio Sánchez García
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche.  
Cesare Pavese
VOTA ROJO, BOTA SANGRE


Ríos de sangre: en este océano tinto de sangre han terminado las promesas que nos trajo la Venezuela de los coroneles. Prometieron la isla de la felicidad. Y han cumplido su palabra a cabalidad: somos el remedo, la farsa, la trágica transfiguración de lo que un día fuera una esperanza  revolucionaria convertida en un caudaloso mar de muerte y desolación. 150.000 venezolanos asesinados. Sepa Dios cuántos cientos de miles de heridos a bala, a cuchillazos, a machetazos. Las cifras son aterradoras: casi veinte mil asesinados en el 2009. Casi sesenta mil heridos por disparos de armas de fuego que pretendían cegarles la vida. Si por la inmensa tribu de asesinos que pueblan nuestras calles hubiera sido, hubiéramos tenido en un año muchos más muertos que cualquiera de las guerra del nuevo siglo. No un mar de felicidad: un océano de lágrimas. No una isla paradisíaca: un cuero seco de devastación y muerte. ¿Dónde está represado ese sufrimiento? ¿Dónde el dolor de quienes perdieron a sus hijos, a sus esposos, a sus hermanos, a sus padres por el deslave de rencor y resentimiento que brotara desde el fondo tenebroso  de la maldad venezolana, promovida con inmenso éxito desde las máximas alturas del Poder?

Que aún después de tanto desprecio por la vida, de tanto resentimiento y tanta iniquidad el Sr. Seijas reporte una mayoría de respaldo para el responsable de esos asesinatos y que encuestadores que, contrariamente a lo que con él sucede, nos merezcan cierta confianza, le den un apoyo que fluctúa entre el 30 y el 45% de la población de votantes, constituye una estremecedora radiografía de la profunda enfermedad moral que aqueja a la república. No es para envanecerse el constatar que millones de venezolanos con los que compartimos nuestra cotidianidad sientan el menor aprecio por la vida y promuevan gozosos el vicio, la maldad, la corrupción, la horrorosa carencia de escrúpulos de los gobernantes.

¿Cómo conciliar ese 90% de preocupación por la inseguridad con ese 40% de respaldo a quien es su máximo responsable? O mienten las encuestas, o ese 40% está constituido por desalmados. O por minusválidos intelectual y éticamente menesterosos. A estas alturas de la tragedia, luego del asesinato en vivo y en directo de un humilde productor agropecuario arrastrado a la muerte por un vicepresidente de la república, una Fiscal General de la República y por una Defensora del Pueblo, por un Ministro de Defensa y todas las autoridades que pudieron evitar su muerte y la aceleraron bajo órdenes del propio presidente de la república, aún respalden a quienes nos hunden en el abismo, habla mal, muy mal de nosotros los venezolanos. Debiéramos sentir una profunda vergüenza por nosotros mismos.

Si tras estos doscientos años de república los asesinos son vitoreados y seguidos, es que moral y luces  siguen siendo nuestras primeras y grandes necesidades. Tocar los huesitos de Bolívar es un comedia siniestra, malversar su nombre, un crimen. Vota rojo, bota sangre. O despierta de una buena vez y vota por la vida.
IMAGENES: Alberto Rodríguez Barrera

>El plan "B": Lo (In)evitable de la historia // Por: Antonio Sánchez García

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El plan «B»: Lo (In)evitable de la historia

Las catástrofes son perfectamente evitables. Es importante tenerlo presente ante el desafío del 26 de septiembre. El Plan A consiste en salir a votar sin melindres, entusiasta, masivamente. Pero no es cierto que el plan B consista, sólo y exclusivamente, en “echarle bolas al plan A”. El plan B consiste en tener a mano y recurrir a todas las armas constitucionales, si nos escamotean – como es perfectamente previsible – nuestra victoria. Pues nuestro objetivo irrenunciable es el triunfo de la verdad y la restitución de la democracia. Sin componendas ni fraudes de ninguna especie.

Hundidos en el desastre que causáramos durante el gobierno de la Unidad Popular, Chile perdió todo valor económico. Cayó en bancarrota. Poco antes del golpe de Estado mi sueldo como investigador y profesor de la Escuela de Economía de la Universidad de Chile se había reducido a poco menos de cinco dólares. Pagaba por un excelente apartamento de dos pisos en un barrio de clase media, Carlos Antúnez con Providencia, menos de cincuenta centavos. Y debo confesar que me parecía un abuso: ¿por qué, en plena revolución socialista, un revolucionario habría de pagar el alquiler? Fue la razón que me impidió adquirir un maravilloso caserón construido durante los años veinte, con amplias estancias, pisos de parquet y baños dignos de un palacio zarista, ubicado en una espléndida colina con vista a la bahía de Valparaíso y unas galerías acristaladas que permitían una vista de 360 grados, por la bicoca de tres mil dólares. Para mí y para cualquier chileno de izquierda en esa época, una fortuna inalcanzable. A no ser que se fuera un turista revolucionario de proveniencia caraqueña, de aquellos que recibían envíos verdaderamente cuantiosos: trescientos, cuatrocientos y hasta quinientos dólares mensuales. El sueldo del presidente Allende por todos los imaginarios años de su presidencia. Si el destino no se le hubiera interpuesto.

¿Quién iba a imaginar que cuarenta años después ese mismo apartamento, en el mismo edificio y sobre la misma esquina, costaría varios cientos de miles de dólares? ¿Qué ese barrio habría perdido, aún así, toda prestancia y que mucho más arriba, pegada a la cordillera, la ciudad se convertiría en una suerte de alucinante reproducción de la Avenida Madison, de Nueva York? ¿Quién, que Santiago sería una ciudad deslumbrante, de gigantescos rascacielos de vidrio y acero, pletórica de actividad comercial y empresarial y tan limpia, cuidada y embellecida, que bien podría llegar a competir con cualquier ciudad del primer mundo?

Duele en el alma comprobar que todo ese monumental desarrollo se debió a la cruenta y extremadamente dolorosa decisión de evitar lo que parecía inevitable: que Chile se convirtiera en “el segundo territorio libre de América”, vale decir: en un miserable y aterrador pastiche de la revolución cubana. Que tras esos mismos cuarenta años se arrastra en medio de una miseria infinitamente mayor que la que sufríamos en el Chile de la Unidad Popular. Cataléptica, apática, miserable y consumida. Detenida en la eternidad de la nada cual burbuja de cuentos de hadas. Administrada como una hacienda privada por sus dos capataces, tan cruentos y desalmados, tan represivos y esclavizantes como un mayoral de tiempos de la esclavitud.

Desde entonces me pregunto si el curso de la historia de los pueblos – como la de las personas – es evitable o inevitable. Sigue un rumbo fijo e inexorable o puede torcerse a voluntad de los mejores espíritus. Se entrega a las ciegas fuerzas del azar o puede enrumbarse según la conveniencia y la sabiduría de los hombres. ¿De qué depende que en el momento crucial y definitorio los pueblos asuman con virilidad y sabiduría las decisiones correctas y sin parar mientes en los costos apuesten por el futuro de las futuras generaciones? ¿De la decisión y sabiduría de un hombre providencial o de la acción consciente de las élites, los grupos dirigentes, los partidos o las instituciones?

Se equivocan quienes creen que hemos debido transitar necesariamente por estos once años de sistemática destrucción. Se equivocan quienes critican como errores imperdonables los esfuerzos emprendidos por nuestros mejores combatientes por abortar esta llamada revolución bolivariana. Se equivocan quienes juran que las elecciones y nada más que las elecciones podían y podrían garantizar el fin de esta siniestra pesadilla. Elecciones manejadas a su antojo por quienes disponían del Poder, el dinero y la inescrupulosidad para usarlas a su entera ventaja y conveniencia. Si el país hubiera contado con la élite política y militar que las circunstancias exigieron, Chávez se hubiera ido el 11 de abril. Y el país se hubiera ahorrado más de cien mil cadáveres y la dilapidación de novecientos mil millones de dólares. Los horrores son perfectamente evitables. Cuando hay quienes puedan evitarlos. Creer lo contrario es apostar al determinismo marxista. Una de las más nefastas y destructivas patrañas de la historia.

Las catástrofes son perfectamente evitables. Es importante tenerlo presente ante el desafío del 26 de septiembre. El Plan A consiste en salir a votar sin melindres, entusiasta, masivamente. Pero no es cierto que el plan B consista, sólo y exclusivamente, en “echarle bolas al plan A”. El plan B consiste en tener a mano y recurrir a todas las armas constitucionales, si nos escamotean – como es perfectamente previsible – nuestra victoria. Pues nuestro objetivo irrenunciable es el triunfo de la verdad y la restitución de la democracia. Sin componendas ni fraudes de ninguna especie.

El Plan B no tiene nada que ver con el golpismo ni con el militarismo. El Plan B fue previsto y está en la Constitución. Si es necesario, habrá que ponerlo en acción.
 
Opinión
Antonio Sánchez García
Fuente: Noticiero Digital.com

IMAGEN: Ilustración de Alberto Rodriguez Barrera 

>ACORRALADO // Por: Antonio Sánchez García

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Que el régimen en pleno, desde el presidente de la república y su embajador en España – ¡un ex Fiscal General de la República! – hasta la Asamblea Nacional pongan el grito en el cielo ante las denuncias de la Audiencia Nacional española, demuestra la insólita gravedad de un caso que podría convertirse en la tumba de la llamada revolución bolivariana.
Antonio Sánchez García
ACORRALADO
Hugo Chávez acaba de caer en un terreno absolutamente ajeno a su capacidad de intervención, a su posibilidad de negociación, a su ingenio para el dominio, la  descalificación, la amenaza y la manipulación. Un terreno dominado por personalidades incorruptibles. Un terreno implacable en la averiguación de los delitos que son de su jurisdicción – las violaciones a los derechos humanos, el narcotráfico y el terrorismo, – e inexorable en la condena. Un terreno ilimitado en su capacidad de acción e implacable llegado el momento del juicio y la condena. Pues Chávez ha ingresado al terreno de la justicia española.

El mismo en el que terminara su carrera de crímenes impunes el general Augusto Pinochet bajo la acción del juez Baltazar Garzón y de cuya condena sólo lo salvaran razones humanitarias, que no aplican en este caso. Hugo Chávez no es un anciano decrépito y balbuceante cuyos abogados puedan argumentar demencia senil para salvarlo del rigor judicial.
 
   Aún no alcanzamos a valorar la dimensión de la gravedad del caso que ha comenzado a ventilarse en la Audiencia Nacional de España por el juez Eloy Velasco: señalar indicios de colaboración  del gobierno venezolano presidido por el teniente coronel Hugo Chávez con las dos organizaciones terroristas más peligrosas y criminales de Occidente: la ETA vasca y las FARC colombianas, con la intención, entre otras, de atentar contra la vida de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe. Nada obsta, salvo los hechos, que dicha averiguación culmine en una orden de captura internacional, como sucediera con Augusto Pinochet.
 
    La sola apertura de la investigación constituye un golpe mortal a la credibilidad del presidente de la república y un baldón irreparable a su gobierno. No sólo frente al mundo político español y europeo sino ante la opinión pública mundial. No es casual que el procedimiento incoado por la prestigiosa y afamada Audiencia Nacional haya ocupado los titulares de los principales periódicos y noticieros del mundo. Como en su momento la detención en Londres del execrable general Augusto Pinochet. Pretender, como lo hace el embajador del régimen en Madrid, que se trata de una conspiración mediática internacional provocada por el imperialismo norteamericano (sic), o retrotraer la acción de la justicia a costumbres del pasado colonial, como pretende el presidente de la república, pone al desnudo la absoluta precariedad intelectual y moral de ambos personajes, así como el lamentable estado de postración en que se encuentra el sistema judicial venezolano, que insiste en no darse por enterado. Y da pie a pensar que tales acusaciones tienen fundadas razones.
 
  La justicia tarda, pero llega, dice la conseja. Que Hugo Chávez es aliado estratégico de las FARC y está involucrado hasta la médula en sus acciones para derrocar a los gobiernos democráticos y constitucionales de Colombia, es un hecho cierto que se remonta a los tiempos en que estuviera encarcelado en Yare y recibiera respaldo financiero de las narcoguerrillas colombianas. Existen pruebas de su estadía en campamentos de las FARC antes de su presidencia. Y también son públicos y notorios sus esfuerzos por reivindicar el carácter eminentemente político y revolucionario de las narcoguerrillas colombianas, cuando llegara al extremo de exigir se le reconociera beligerancia, incluso en mensajes a la Nación sostenidos ante la aclamación de la Asamblea Nacional. O pretendiera, en una grave ofensa al gobierno colombiano legalmente constituido, que nuestro país no limita con el Estado colombiano, sino con las FARC.
 
  Un catálogo de la evidencia de tal colaboración sería interminable: desde la cesión a las FARC de nuestro territorio como zona de aliviadero y tránsito, la instalación en nuestro país con plenos derechos, incluso electorales, de sus más altos dirigentes, la provisión de armas con la complicidad de miembros de nuestro Estado Mayor, la capacitación militar, incluso la puesta a disposición de instalaciones en Fuerte Tiuna hasta la majadera insistencia en levantar el perfil de una senadora cercana a las FARC para convertirla en alternativa política en el vecino país, un detallado recuento de las variadas formas que ha asumido esa peligrosa colaboración ocuparía cientos de páginas.

Ese expediente está siendo levantado por el juez Velasco en la Audiencia Nacional española. Sin duda con extrema severidad y rigor. También se ocupará de seguir el laberinto de las relaciones de la ETA con las FARC en territorio venezolano. Con el insólito agravante de que el principal indiciado ocupa un cargo oficial en las dependencias de un ministerio del gobierno venezolano.
 
  Si nada de esto fuera cierto, la respuesta del gobierno y del presidente de la república hubiera sido inmediata: ponerse a disposición de la justicia española para dilucidar cualquier sospecha y facilitar todos los medios para llevar a cabo la respectiva investigación. Quien nada debe, nada teme. Las descalificaciones absurdas y extemporáneas ponen de manifiesto, además de la irritación que causa comprobar que la impunidad tiene los pies de barro, la disposición a obstruir el curso de la justicia española. Y quien obstruye la justicia comete un crimen. Que el régimen en pleno, desde el presidente de la república y su embajador en España – ¡un ex Fiscal General de la República! – hasta la Asamblea Nacional pongan el grito en el cielo, demuestra la insólita gravedad de un caso que podría convertirse en la tumba de la llamada revolución bolivariana.
 



Alberto Rodríguez Barrera

>Quo vadis? // Por: Antonio Sánchez-García

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Quo vadis?
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Ha sido una discusión que acompañó la emergencia de los regímenes socialistas desde Octubre de 1917: ¿debe hacerse tabula rasa de la civilización y la cultura “burguesas”, debe perdonarse a los técnicos e intelectuales del viejo sistema, debe respetarse todo lo que ha sido creado en siglos y siglos de historia o se debe comenzar de cero? La revolución, ¿sólo es posible mediante el recurso a la tabula rasa del desarrollo tecnológico y material de la sociedad o, antes bien, debe servirse de dicho desarrollo como de un trampolín para lanzarse al asalto del futuro?
Visto desde una perspectiva estrictamente ideológica, atendiendo a los llamados fundamentos científicos del socialismo, postulados por Marx y Engels en una obra teórica que abarca más de una treintena de gruesos volúmenes, tal disyuntiva es absolutamente ociosa e impertinente. Para los ideólogos del comunismo, éste sería el resultado lógico del desarrollo de las fuerzas productivas. Algo así como la lógica culminación del mayor progreso de la sociedad, incluso de la automatización, que permitiría cumplir el sueño de la utopía marxista: liberar al hombre de la esclavitud del trabajo. Como lo anunciara en Los Fundamentos de la Crítica de la Economía Política, su obra de mayor densidad teórica y filosófica, publicada por el Instituto de Ciencias de la URSS recién en los años 30 del siglo XX y conocida en Occidente recién a partir de los años cincuenta-sesenta, al calor de la reactualización del pensamiento marxiano, tras la derrota del fascismo.
Para desgracia del planteamiento mesiánico que subyace a tal visión progresiva, utópica y positivista, el capitalismo europeo que analizaba Marx no cayó en el abismo de la crisis para dar paso al comunismo, tal como de un gusano emerge una crisálida: ya listo y empaquetado por el desarrollo alcanzado por la sociedad industrial. Supo superar sus crisis, salir de las colosales depresiones que lo amenazaran de muerte y resolver sus contradicciones a través de una mayor industrialización, mayor progreso y, sobre todo, mayor y más democrática prosperidad. Supo, y vaya que lo logró de manera asombrosa, convertir sus depresiones en acicates para el cambio. Permitiendo, al mismo tiempo, el más descomunal de los desarrollos económicos a escala planetaria, incorporando todas las zonas periféricas a la presión de la globalización.
De esta fuerza centrifugadora no se salvaron ni siquiera los socialismos reales, que antes que triunfar en las sociedades de punta como Inglaterra o Alemania – donde Marx juró se impondrían por necesidad del desarrollo histórico – , se impusieron en las marginales y subdesarrolladas, constituidas por retazos de modos de producción tan arcaicos como el feudalismo o la esclavitud – tal como enm la Rusia zarista o la China milenaria. Y ello gracias al asalto de vanguardias voluntariosas y decisionistas, bélicas, dictatoriales y totalitarias. Para intentar alcanzar a fuerza de represión, esclavitud y sometimiento un poder y un desarrollo que si bien no permitió jamás nivelar dichas sociedades totalitarias a la prosperidad de las sociedades capitalistas hizo posible que adelantaran la socialización de sus estructuras y quedaran servidas como para ser devoradas por el capitalismo endógeno más primitivo y ramplón. Tal como sucediera en la URSS tras setenta años de totalitarismo, o en China, convertida en una potencia mundial gracias a la aplicación implacable de las leyes del mercado y la superexplotación de su gigantesca y populosa mano de obra.
2
Pero para que se diera esa discusión, tanto en Rusia como en China, se requería de una vanguardia verdaderamente ilustrada, como la bolchevique. En la que sobresalieran teóricos de extraordinaria inteligencia y capacidad, como Lenin, Trotsky, Bujarin y otros economistas y sociólogos de prestigio internacional. Discusión tanto más inútil cuanto que terminaría siendo resuelta mediante la mano feroz de Stalin con su famosa consigna del socialismo en un solo país y la parafernalia del GULAG. Aún así, la fórmula encontrada por Lenin antes de su muerte sirvió de brújula y orientación a la nueva clase dominante sometida a Stalin: electrificación más Soviets, los famosos consejos de campesinos y obreros. Es decir: desarrollo material más organización social.
Allí murió la revolución. Con el socialismo – electrificación más consejos – y la decisión de construirlo en un solo país. Sin mediar el fascismo y la guerra mundial, Europa Oriental no hubiera caído en las garras de la Unión Soviética y el mundo no se hubiera dividido en dos mitades, entrando al período de la llamada Guerra Fría, que abarca desde 1946 hasta 1989, cuando se derrumba el Muro de Berlín. Sin la existencia de la URSS y China, Cuba no hubiera encontrado otra salida a la dictadura de Batista que la revolución democrática. La que implementó en Venezuela Rómulo Betancourt. Pues en ninguno de esos treinta y pico de volúmenes se explica la rocambolesca aventura de construir el socialismo en una isla de sol, playa y palmeras como si fuera una escenografía hollywoodense.
Y por esa misma razón, porque la revolución cubana no tuvo de marxismo socialista más que la dictadura – no del proletariado, sino de los hermanos Castro – y no fue capaz de desarrollar las fuerzas productivas ni para fabricar destornilladores, es que esa ficción totalitaria tuvo que sobrevivir a costas de la Unión Soviética, luego de la industria turística española y finalmente del asalto inmisericorde a las bóvedas del Banco Central de Venezuela. Sin la URSS, sin los españoles y sin la corruptocracia militarista venezolana, Cuba sería una suerte de Haití verde olivo. Rumiando su estancamiento como la princesa dormida del cuento de los hermanos Grimm. Ya lo dijo con absoluta lucidez y faltando cuatro años para el asalto al poder por los Castro su cuñado Rafael Díaz Balart: Fidel es un fascista de tomo y lomo, pero como Hitler se suicidó y sólo el marxismo puede darle certificado de legitimidad a su desaforada ambición y montar su parapeto totalitario y vitalicio, no le ha quedado más remedio que entregarse en brazos del comunismo.
Si Cuba no logró resolver con sus propias fuerzas y por propia iniciativa el problema de la electrificación y no ha desarrollado fuerza productiva alguna, que no sea la de los viejos y nuevos trovadores, capaces de componer sones y guarachas, ¿de qué desarrollo de las fuerzas productivas estamos hablando? ¿De qué fundamento marxista? ¿De qué progreso material? A falta de esa base material, sólo quedó el leninismo verde olivo: forma de organización política caudillesca y militarista consistente en reprimir y esclavizar mediante las armas y un sofisticado aparato de represión ideológica al pueblo cubano, reducir sus necesidades materiales al mínimo imaginable, tomando como modelo lo que los cubanos comían en el siglo XIX y el montaje de una cultura del sacrificio impuesto a macha martillo como forma suprema del llamado “hombre nuevo”. Prescindir olímpicamente y por decreto – so pena de cárcel de por vida – a la electricidad, al petróleo, al gas, al carro propio, a los bienes de consumo de cualquier país capitalista medianamente desarrollado. Y sobre todo: al buen comer y al buen vivir. No es broma el chiste que reza que en Cuba se practica el mayor consumismo del mundo: millones de cubanos se la pasan toda una vida consumismo traje, consumismo sombrero, consumismo calzoncillo.
3
Los imperialistas romanos decían: divide et impera. Los imperialistas cubanos, que no tienen donde caerse muertos y que – colmo de los colmos de la estulticia de un pueblo que se deja naricear por un analfabeta – hoy colonizan a un país que tiene cultura, civilización y medios como para tragársela de una sola zampada, se han sacado de la manga otra divisa: empobrece e impera. En alguna ocasión, el Cardenal Rosalio Castillo Lara me hizo la traducción al latín: depaupera et impera.
Es el reciclaje del caudillismo caribeño travestido de socialismo del siglo 21, para engañar incautos: imponer la pobreza por decreto, luego de pretender convencernos de que ser rico es malo, para empobrecernos a la fuerza, esclavizándonos material y luego espiritualmente. Universalizar la miseria, para obligarnos a vivir del estado, sometidos a un régimen de oscuridad y abstinencia. Pendientes del permiso del ogro filantrópico para encender la luz, bañarnos y llevarnos algún mendrugo a la boca. Penalización y cuartilla de racionamiento.
No es casual que en once años se haya derrumbado el parque industrial, haya colapsado la industria de la energía, se haya liquidado al comercio y la industria. No es casual que la sociedad venezolana se haya empobrecido real y fácticamente a pasos agigantados, así la engañifa del consumo financiado por los altos precios del petróleo adormeciera nuestros sentidos y nos embriagara en los efluvios generados por una economía de puertos. No es casual ese derroche de novecientos cincuenta mil millones de dólares. No es casual que hasta ayer comiéramos desde carne argentina hasta queso uruguayo. Mañana, ni eso.
El gobierno mantuvo sus altos índices de popularidad gracias al derroche de ese consumo de bienes importados. Tenía preparada la coartada para cuando los precios del petróleo se vinieran abajo: echar mano de lo poco que nos queda y empujarnos a la miseria, sostenido en un aparato de represión militar, policial, ideológica y política. Bajar el interruptor le viene de perillas: ya comenzamos a internalizar la sensación de que vivir bien, suficientemente iluminados, bañados y enterados de lo que pasa en el mundo es un pecado. Usar la energía que consideremos útil, cómodo y necesario – pagando el consumo con nuestro bien ganado dinero, como es lógico y natural – es contra revolucionario.
Ya es contrarrevolucionario enchufar una plancha. Pronto será contrarrevolucionario comerse un bistec. Comienza a ser contrarrevolucionario pensar más de lo que dicta el teniente coronel. Y leer aquellos libros o visitar aquellos blogs que el régimen considere pernicioso. Como en Cuba. ¿Lo permitiremos o lo impediremos, así sea con nuestra sangre? Esa, no otra, es la pregunta.
Opinión // Antonio Sánchez García
Imágenes: Alberto Rodríguez Barrera.

>LA DEMOCRACIA PISOTEADA // Por: Antonio Sanchez García

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Están entre la espada de sus ignominias y la pared de la indignación popular. Que entonces, cuando se acabe nuestra pesadilla y comience la suya, sepan enfrentar la justicia con la grandeza que no tuvieron para pervertirla y mancillarla.
LA DEMOCRACIA PISOTEADA

Antonio Sánchez García

Juegan con fuego. Y su intención es tan evidente, que asombra por miserable y estúpida. Pretenden empujar al más corto plazo al enfrentamiento definitivo con los demócratas, inmensa mayoría del país, de modo a sacarse de la manga, como lo hicieran el 11 de abril, su carta secreta: un golpe de estado y el establecimiento final y definitivo de su tan mentada dictadura socialista del siglo XXI. Única salida eventual que les va quedando ante el derrumbe de su popularidad y la sistemática destrucción del país debido a su incuria, su inoperancia, su inmoralidad y su incapacidad de gobierno.

Pretenden, una vez más, tapar el sol de su desastre con el dedo de Diosdado Cabello. Creen que cerrando RCTV el país no se enterará de los cortes de luz, la falta de agua, la galopante inseguridad, la pobreza y la terrorífica inflación que asola nuestros hogares. Creen que sacando del aire a Miguel Ángel Rodríguez, a la Bicha y a los servicios informativos de RCTV la gente no se enterará de las decenas de atormentados deudos que reclaman lunes a lunes frente a las morgues de Venezuela los despojos de sus hijos, hermanos, padres y hermanos recién asesinados.

Por eso, corre Diosdado a obedecer y cumplir las órdenes de su jefe. Un flaco favor que se ve obligado a cumplir para tapar sus latrocinios, sus testaferros, sus cuentas bancarias, sus miles y miles de millones de dólares saqueados de los dineros públicos. Él, un hambriento capitán que salta de espaldero a prohombre de la boliburguesía y las finanzas de Venezuela. De muerto de hambre a rey Midas de esta dolida patria.

¡Cuánto quisieran ambos tener un ápice de la integridad moral, la honorabilidad y la grandeza de aquel que odian desde sus más profundas entrañas! ¡Cómo les aflige el desprecio de la Venezuela ilustre que él representa! Dios los asista cuanto al cabo del tiempo, en una de estas inevitables vueltas de la vida política, se vean en el trance de dar cuenta de sus crímenes y latrocinios. Ya se ven reproduciendo el destino de los Hussein y los Fujimori. Y de allí el desespero. Están entre la espada de sus ignominias y la pared de la indignación popular. Que entonces, cuando se acabe nuestra pesadilla y comience la suya, sepan enfrentar a la justicia con la grandeza que no tuvieron para pervertirla y mancillarla.

No esperen de los demócratas acciones descabelladas ni actos de suicidio político. Seguiremos acumulando fuerzas, apoderándonos de las calles, acerando nuestra indignación y nuestro coraje para cuando llegue el momento. El momento inevitable que ya se avizora. Cuando se vean empujados por la indignación de la Venezuela decente al abismo de su inmundicia.

Entonces seremos implacables. Ya quedó atrás la línea demarcatoria de esa correlación de fuerzas que les hubiera permitido imponer la dictadura. Ya están al borde del abismo. De él no los salva nada ni nadie. Que se vayan preparando.


Alberto Rodríguez Barrera

>El último viernes negro // Por: Antonio Sánchez García

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Naufragan sin remedio. Repiten viejas taras, enseñan su insólita cortedad de ideas y demuestran la patética levedad de su seriedad política. Son unos payasos. En donde quiera se les vea. Despierta Venezuela. Estás al borde del abismo. Llegó la hora de sacar fuerzas de flaqueza.

Antonio Sánchez-García
ND Enero 8, 2010
El último viernes negro

Luis Herrera Campins se estará revolcando en su tumba: a un cuarto de siglo de distancia del primer gran acto de la tragedia económico política venezolana, que terminara con mucho más de medio siglo de estabilidad cambiaria y fortaleza financiera, le pusiera fin a la democracia subvencionada por decenios de 4.30, abriera consiguientemente el ciclo de la inestabilidad política y despertara las ambiciones cuarteleras vuelven los Idus de Marzo de la debacle cambiaria. Se abre así el último capítulo de la inestabilidad política que amenaza con derrumbar estrepitosamente las pretensiones vitalicias del teniente coronel. En este 2010, año crucial que se anuncia con sonoras trompetas de Jericó. Provoca gritarle, para que él, los suyos y quienes le eligieran entiendan de una buena vez que un cantinero analfabeta y fabulador no puede regir un Estado de tomo y lomo: ¡la economía, estúpido!

Venezuela asiste al acto final del derrumbe estrepitoso de otro ciclo más de bonanza petrolera, estupidez fiscal y amargo despertar. Creyéndose en la Rusia Soviética de 1917, pero atiborrada de dólares, nuestro Lenin tropical decidió soliviantar con su trasnocho a todos los chulos de la región.

Hoy, por culpa exclusivamente suya en la inexorable carraplana, ninguno de ellos vendrá en auxilio de una nación desgarrada por la ignorancia de sus gobernantes. Quien menos, Lula da Silva, el que más ha profitado de nuestra riqueza ilusoria. Novecientos cincuenta mil millones de dólares administrados por unos zarrapastrosos, ladrones y muertos de hambre. Medio legitimados por un profesorzuelo de economía con ideas legañosas y una visión de la economía digna de un graduado de la Universidad Lumumba.

Chávez terminó siendo no sólo más de lo mismo – borrachera irresponsable y dispendio escandaloso de recursos para terminar comiéndose a dentelladas la gallina de los huevos de oro – sino una versión en tecnicolor y tercera dimensión, ampliada en su voracidad corruptora hasta la saciedad y la angustia, del primer Carlos Andrés Pérez. Un auténtico santo varón en comparación con quien pretendiera asesinarlo. Y obtuviera el Poder en recompensa. Dios castiga, pero no a palos.

Vaya la mentira por delante. “Nosotros jamás devaluaremos”. ¿Cuántas veces se lo oímos al capitán Acab de nuestras finanzas, don Jorge Giordani? ¿Cuántas veces se pavoneó el cantinero mayor ante sus focas vestidas de rojo en sus patéticos dominicales señalando que “la Venezuela bolivariana está blindada ante la crisis”?

¿Blindada?
Pero la verdad tiene su hora. Esta colosal devaluación, neo liberal hasta los tuétanos y de la peor especie, cuyos efectos terminarán liquidando los ahorros de los venezolanos y abriéndole las fauces al dinosaurio de la inflación, haciendo trizas los bolsillos de millones y millones de venezolanos, demuestra que la sentina está llenándose hasta los bordes de materia fecal. Chávez y su patética revolución bolivariana están con esa agua al cuello. Naufragan sin remedio. Repiten viejas taras, enseñan su insólita cortedad de ideas y demuestran la patética levedad de su seriedad política. Son unos payasos. En donde quiera se les vea.


¿Alguien creyó que con un tontón como Carlos Escarrá o una ignara como Cilia Flores, con unos impresentables como Darío Vivas o el diputado Dugarte, la Venezuela de Bolívar y Sucre, de Páez y José María Vargas, de Soublette y Andrés Bello, de Rómulo y Uslar Pietri sería algo más que este sangriento sainete de mala muerte?

Despierta Venezuela. Estás al borde del abismo. Llegó la hora de sacar fuerzas de flaqueza.


Alberto Rodríguez Barrera

>Honduras: un golpe al golpe // Por: Antonio Sánchez García

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Antonio Sánchez García

Lunes, 29 de junio de 2009

Sólo un miope, un imbécil o un social-fascista rojo-rojito podría desvincular los hechos que hoy suceden en Honduras de la mano y bajo la batuta del golpismo castro-chavista de los titiriteros del Caribe: obedece a un guión perfectamente pre establecido, probado y aprobado desde el 4 de febrero de 1992 y puesto en vigencia durante los diez años de neo dictadura venezolana, así en este caso se encuentre al final del camino del gobierno constitucional de Manuel Zelaya y no en los prolegómenos de su asalto al Poder, como sucediera con Evo Morales. Los actores son otros, el guión el mismo: introducir la pata golpista en el dintel antes de que las instituciones, siguiendo la correspondiente Constitución, cierren la puerta a las aventuras y las mantenga abiertas a un proceso electoral.
Tras la aparente inocuidad de una “mera encuesta” – como hoy afirma el cariacontecido Zelaya desde Costa Rica – se trata de entrarle a saco a la constitución y secuestrar el espacio de la institucionalidad democrática, vaciar sus instituciones de todo contenido y montar una faramalla fascistoide mediante la obertura de una constituyente y la coda de un gobernante entronizado.
Es una comedia en varios actos de la que en Venezuela hemos presenciado y vivido varios desenlaces. Aquí con la intromisión cubana, allí con la mano peluda del teniente coronel. Quien primero puso en práctica el esquema castro-chavista fue Evo Morales, quien defenestró al gobierno legítimamente electo del presidente Sánchez de Lozada y puso suficientes zancadillas a sus sucesores como para que el poder le cayera como una pera madura en sus manos.
Nadie puso el grito en el cielo por Sánchez de Lozada como hoy lo pone por el oligarca terrateniente y chavista de última hora, Manuel Zelaya. Ni la OEA, ni el Parlamento Europeo movieron un dedo, mientras la dupla Chávez-Castro le alfombraba al dirigente cocalero el ingreso al trono del altiplano. Allí está: hoy tamborilea en una disyuntiva hamletiana, mientras busca manera de darle una patada al tablero e imponer lo que ya constituye apetencia de los gobernantes de débiles convicciones democráticas en América Latina: hacerse reelegir cuantas veces lo estimen apetecible. No es el caso de Lula ni de Michelle Bachelet, demócratas ejemplares: es el caso de Chávez, de Evo Morales, de Rafael Correa y ahora de Manuel Zelaya. Caimanes de un mismo pozo. Se pone de moda gobernar de manera vitalicia y en el colmo del descaro y la hipocresía: de manera seudo constitucional y seudo legalista. El viejo modelo de Adolfo Hitler, ahora en short, de alpargatas y maracas.
Quien jugó al rompimiento del hilo constitucional en Honduras fue Zelaya, inspirado y apalancado por Hugo Chávez. Los aviones con materiales para la “inofensiva encuesta” eran militares y salieron de Maiquetía o La Carlota. Posiblemente llevaban no sólo urnas y papeletas, sino armas, operadores y expertos. Y su misión era de una llaneza sorprendente: a través de una seudo consulta crear las condiciones plebiscitarias para entorpecer el próximo proceso electoral, cambiar violenta aunque subrepticiamente las reglas del juego y permitir la reelección de Manuel Zelaya. Un golpe a la Constitución hondureña, que lo prohíbe y castiga expresamente. Un golpe al Congreso, que no lo permite. Una burla a la Corte Suprema, que no lo legitima. Un desprecio a todos los partidos políticos, incluido el de Zelaya, que no lo respaldan.
Que ahora Zelaya no se queje: fue él el inspirador de este Golpe al Golpe. Que Chávez no se rasgue sus vestiduras: detrás de Zelaya se ven sus colmillos imperiales y su insaciable sed de dominio. Que Insulza aproveche la circunstancia para aplicar una Carta Democrática que lleva años negándole al pueblo venezolano. Y que gracias a ella se restablezcan en Honduras la Constitución y las Leyes, impidiéndole a Zelaya burlarse de la institucionalidad democrática de su patria.
Fuera Cuba y Venezuela de Honduras. Honduras para los hondureños. Que se restablezca cuanto antes la vigencia plena de la Constitución y se celebren las próximas elecciones sin interferencias ni afanes vitalicios. Y que Zelaya siga el consejo de otro demócrata ejemplar, Ricardo Lagos, que recomienda aprender a hacer las maletas. Le llegó la hora de decir adiós. Que no lo obliguen a decirlo.