In memoriam de Monseñor Lückert… ¡vaya cura! Carlos Ortega se fue. Por: Vladimir Petit Medina

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junio 22, 2024
In memoriam de Monseñor Lückert…¡vaya cura! Carlos Ortega se fue, por Vladimir Petit Medina

-Si pudiese escaparme…¿qué opinarían ustedes? Quiero que evaluemos las posibles repercusiones de una hipotética fuga mía, así nos recibió Carlos Ortega en su celda de Ramo Verde aquella tarde de agosto de 2006. Casi que susurraba sentado en una de las colchonetas del calabozo que compartía con Otto Gebauer, quien no estaba en la reunión ya que no entraría en la jugada. Del otro lado estábamos sentados el Dr. Agustín Blanco Muñoz, gran maestro e historiador Ucevista que terminaba un libro de entrevistas con el preso (Habla Carlos Ortega) y este servidor. Al escucharlo, ambos nos convertimos en parte de los Jacksons Five ya que nuestros cabellos se pararon como si fuesen afros por la impresión. A mi se me notaba un poco más porque además me sonrojo en este tipo de trances mientras que Blanco Muñoz, que usualmente lleva el pelo alborotado, no registraba mayor cambio. No en vano CAP se refería a él como el brillante doctor Pelúo. Pero además quedamos en silencio sepulcral. ABM recuperó primero el aliento: -Yo creo que debes evitar correr esa clase de riesgos Ortega. Esta gente no tiene límites y además esta prisión tiene más seguridad que El Castillo de Puerto Cabello, acotó ABM, acaso recordando su época de lucha armada. El ilustre profesor seguiría su reflexión: -Tu fuga tendría repercusiones políticas terribles. Pondrías tu imagen y nombre en quiebra precisamente cuando tu figura es una de las principales en este ex país. Al salir de aquí quienes hoy te prometen ayuda te dejarían solo con el tiempo. Yo podría decirte otra cosa…pero debo hablarte con sinceridad. Entiendo el asunto humano que lleva a pensarlo pero ya que me preguntas…yo siempre digo lo que pienso y con toda franqueza, no creo que sea bueno arriesgarse de esa manera. Mientras, yo no recuperaba el habla y pensaba para mis adentros: -Qué locura. Conté seis puertas de seguridad hasta llegar a esta celda ¿Cómo alguien podría fugarse de esta fortaleza? Sin embargo asumí mi actitud más académica aclarando la voz para afirmar: -Carlos…te pueden matar saliendo de aquí. Nosotros venimos a verte con frecuencia y no imaginamos cómo podrías evadirte de esta prisión. Y ese sería un camino sin retorno. Piénsalo bien.

El todavía Presidente de la CTV tomó aire para rebatir nuestras intervenciones y dijo: -Entiendo sus reservas pero no puedo pasar el resto de mi vida aquí. El deber principal de un preso es escapar. Y claro que hay una manera de salir de aquí…les explico… allí le paramos de inmediato: -¡No queremos saber nada de eso¡ dijimos en coro ABM y yo. En eso, la cortinita que tapaba la entrada de la celda se batiría gracias al movimiento causado por el ingreso de alguien. Y…asombrosamente, allí estaba ante nosotros…un uniformado de la GNB en servicio. Inmediatamente ABM y yo levantamos los brazos…como para facilitar el arresto pues, mientras nuestros labios tornaban blancos del susto -¡Pero bueno…yo no vine a apresarlos señores¡…¡bajen los brazos¡ dijo el militar y volteó preguntándole a Ortega: -¿Cómo vamos con lo pendiente? ¿Por fín? ¡Increíble¡ Entonces Agustín y yo, como si de espectadores de un partido de tenis se tratase, volteamos en silencio para ver la respuesta del otro -¡Eso va¡ contestó Carlos. Ahora ABM y yo voltearíamos a ver al otro interlocutor. El militar sonrió y aplaudió en silencio.-Entonces no se diga más. Se cuadró ante Carlos y se fue por donde vino. En ese momento recordé lo que días antes afirmó Eduardo Fernández a su salida del penal después de llevarle a visitar al hombre de la CTV: -Es extraño…a ratos tuve la duda de si Ortega estaba preso o era el Comandante en Jefe de Ramo Verde.

O sea, en aquella celda, ese día, había un tipo dispuesto a evadirse y dos tontos tratando de convencerle de revisar una decisión….que evidentemente parecía tomada. Recuerdo haber insistido: -Dime lo que quieras…¿pero cómo demonios van a abrir todas esas puertas de seguridad? Un silencio profundo antes de Ortega ripostar inmediatamente

-Qué tal si te dijera que tenemos copia de todas las llaves…Una pausa atronadora…hasta el tic tac de un reloj se escuchaba…y agregó:-Lückert estuvo de visita por aquí ayer… Brinqué de la colchoneta para irme. ABM hizo otro tanto…y en ese momento sucedería algo inaudito. Carlos nos acompañaba y enfilamos hacia el inicio del largo pasillo que separaba la última puerta de barrotes de ingreso a esa ala de celdas. Del otro lado de la puerta de metal, al fondo, había 3 presos que al vernos aproximaron a su propia puerta de barrotes. Desde allá preguntaron a viva voz: -¿Entonces? ¿Ya tienes una decisión? Carlos les miró fijamente sin contestar. Nos despedimos. Luego de traspasar los barrotes y ya en nuestra ruta de salida bajando aquellas escaleras, casi nos desmayamos al escuchar a la distancia la voz de Ortega gritar: -¡¡¡¡¡Libertad¡¡¡¡¡¡ ABM y yo nos vimos atónitos y apuramos el paso hacia la puerta final cada vez mas lejana en medio del barullo general armado en el piso superior donde ahora varios cantaban con fuerza -¡Libertad¡ ¡Libertad¡ Con los cabellos otra vez como los Jacksons Five le dije bajito a ABM: -Dále duro que aquí puede pasar algo ahorita mismo ¡Púyalo Agustín¡ Inmediatamente corrimos hacia mi carro. La bajada de la prisión la hicimos trotandito y sin voltear. Si…en aquella prisión, todos sabían lo que Carlos Ortega tenía en mente…menos nosotros…los pendejos que fuimos de visita ese día…ahhhh y Chávez que estaba de visita en Cuba llevando un cuadro de regalo a Fidel.

Así sucedió…Carlos Ortega se fue.

Ahora otros detalles.

Carlos Ortega y Roberto Lückert no nacieron en Falcón pero apenas llegaron al estado se convirtieron en más locales que la arepa pelá, el queso de cabra, el dulce de leche o el cocuy de penca. En efecto, Carlos es oriundo de Trujillo así como Lückert lo era del Zulia pero apenas llegaron al estado, el primero a estudiar y el segundo como Obispo de Coro, fueron rápidamente adoptados por los falconianos.

El Falcón de entonces era peculiar. Quien escribe, por ejemplo, es viejo amigo de Jairo Ortega, hermano copeyano de Carlos Ortega, adeco de siempre. Por ello cada vez que necesité del entonces presidente de Fedepetrol, tuve su ayuda. La gente celebraba la honesta y humana colaboración y respeto que nos brindábamos Ortega, el socialdemócrata local y Goyo Graterol y yo, sus entonces amigos copeyanos de la zona.

Otra historia es la de Lückert. Afortunado mi pueblo que un orgulloso coriano de a pie como yo pudo disfrutar de dos grandes Obispos…por ahora: Monseñor Iturriza y Monseñor Lückert. Nada más y nada menos. Iturriza era un prócer, precursor y admirable. Lückert era un volcán de pasiones, torbellino relacional ante el cual era imposible mantenerse indiferente. Su locuacidad fue legendaria. Conocí parejas que se arreglaron más por miedo a lo que diría de ellos en público el Obispo que por otra cosa. Supe de amigos que huían por las ventanas cuando llegaba Monseñor a una fiesta…solo para escapar de sus comentarios. Un primo mío, muy pícaro, desaparecía de fiestas y reuniones apenas despuntaba la sotana del Arzobispo de Coro. Sudaba imaginando que lo dejara en evidencia ante la novia de turno. Así era él. Nada de guardarse las cosas. Era directo. Al grano. Temible. Y además, manejaba todo tipo de información. Un arma mortal pues. Por otra parte, tenía un humor sin igual y par de esféricas de antología. Fue uno de los más plantados, expresivos y finos opositores al régimen dentro y fuera de la Conferencia

Episcopal Venezolana. En Coro era ídolo de multitudes y todos admirábamos su entrega a la labor sacerdotal. Ese palo de hombre con sotana distinguía con su amistad al igual que con sus criticas a todos los sectores. De allí su relación fluida con quienes hacían política en el estado. Poco importaba que fuese gran amigo de Oswaldo Alvarez Paz…porque igualmente era amigo de todos los sectores. Así, el verdadero jefe de la política falconiana llegó a ser él. Y Ortega era coprotagonista de aquello. Cosa de la cual no se pudo deshacer ni siquiera cuando pasó a ser Presidente de la CTV. A Lückert le teníamos miedo generalizado…o cuando menos cuidado. Y si el Obispo se había tomdo un whiskicito….dioxxxx…su pegada era peor que la de Tyson.

Ortega había sido condenado a 16 años de prisión por una de esas barbaridades judiciales del chavismo que algún día la justicia formal tendrá que revisar no solo por ser un exabrupto sino también por la actuación de los protagonistas de aquel bochornoso acto de arbitrariedad. El Presidente de la CTV fue remitido a Ramo Verde. Allí era compañero de celda del hombre que vió a Chávez llorar aquellos días de abril y a quien éste le regaló sus botas…para después ordenar apresarle: Otto Gebauer. En el pasillo donde Ortega fue recluido estaban varios oficiales que normalmente mantenían sus puertas abiertas los días de visita y por eso tuvimos la oportunidad de conocerles bien. Constituían una piña de verdad. Con los años y la frecuencia con la cual visitábamos, nos hicimos amigos. Pero aquel día que ABM y yo fuimos de visita a ese pasillo…curiosamente ninguna puerta estaba abierta…después de los acontecimientos entendimos que aquellos habían decidido no fugarse ni involucrarse. Blanco Muñóz y yo nos conseguimos con esa sorpresa y apresuramos nuestra salida. Al despedirnos dije a Ortega: -Hermano cuídese…te deseo suerte y que Dios ilumine tu decisión. Ojalá que haberte visitado hoy no genere consecuencias porque estábamos ajenos a lo que estás meditando. El me abrazó y dijo: -Tranquilo. Ustedes nada saben, sabiamente nada quisieron saber y nada incriminador les dije. Haremos todo por dejarlo en claro. Enseguida emprendimos nuestra huida de Ramo Verde, corriendito. Cuando al final pasamos por la prevención de la puerta y a punto de abordar mi vehiculo, nos gritó el soldado celador desde la torre de vigilancia: -Un momento ¡Alto¡ Otra vez, manos arriba. ABM susurró: -Caímos por inocentes. Oimos los pasos del soldado que se aproximaba apuntándonos con el fusil. De repente, cuando estuvo a dos metros de nosotros bajó el fusil y cambiando totalmente el semblante dijo: -Disculpen pero aprovecho ya que les he atendido cuando vienen de visita y como me voy de baja mañana les dejo mi número de teléfono por si requieren los servicios de un chófer o guardia de seguridad. Respiramos profundo, liberados. Bajamos las manos las cuales aún me temblaban cuando recibí el papelito. Agradecimos y salimos corriendo de allí.

Dejé a Agustín en su casa y al llegar a la mía teníamos la gratísima visita de una de las mejores escultoras del país. Me entretuve con los invitados y apenas se fueron, un buen baño y a dormir. Cuando Nitu llegó a acostarse se devoraba aún el último libro de ABM. Cayó rendida. En la mañana…el Tmotion de la época vibraba y vibraba sobre la mesa. Me despertó el ruido. Lo tomé. Era el de Nitu el cual casi que recorría la mesa impulsado por el movimiento. Comencé a leerlo. Había no menos de una docena de mensajes de Alberto Ravell insistiendo en hablar por celular. Desperté a Nitu porque me pareció importante. Finalmente hablaron. Ravell preguntó lacónicamente: -Hay un fuerte rumor de fuga de Carlos Ortega y los tres hermanos Farías ¿Uds qué saben? Al escuchar me sobresalté…¡Lo había hecho esa misma noche¡ -Nada, contestó Nitu mientras me clavó una mirada escrutadora. -¿Seguro?…díganme porque voy a llamar a Jessie Chacón, ministro del interior, para pedirle confirmación de la noticia. Entonces intervine: -Dile a Ravell que actúe como hijo de preso político…que lo ha sido. Alberto escuchó e hizo una pausa. De regreso dijo: –Esperaré hasta el mediodía y llamaré a Chacón…pero no dejen de informarme si saben algo…y trancó. Así lo hizo y aquel mediodía toda Venezuela, incluyendo l sorprendido ministro, sabría la noticia de la espectacular fuga de cuatro presos políticos. Alcancé a escuchar un reporte de noticias en el cual uno de la vecindad declaró sobre la fuga de dos coroneles, un capitán y un general. Dioxxxx..mi mente ató cabos sueltos:¡los tipos que gritaban¡ ¡imagino a quién disfrazaron de general¡ Nada más supimos ni queríamos saber, salvo estar pendientes que no hubiese retaliaciones contra la leal mujer de Carlos, Petty Torres.

Dos meses después estaba en Quito impartiendo clases de Maestría cuando leí que Ortega había llegado como asilado a Lima. Lo contacté y fui a visitarle por 24 horas. Me esperó en el aeropuerto Chávez. Nos vimos con mucha emoción. Fue la única vez que aquel roble le ví flaquear. Ese día me pidió: -Hermano…lléveme a comer algo caliente y hablamos. Fuimos por una sopa de cebolla muy famosa en el restaurant La Gloria. Apenas nos sentamos en la mesa un tipo nos hizo una foto y salió corriendo. Le seguí pero abordó un carro con placa diplomática que pronto se perdería en el tráfico Limeño. Cuando por fin pudimos conversar le dije: -No sé cómo lo hiciste pero menos mal que no generó problemas haberte visitado inocentemente ese día. Te felicito por la planificación de todo. Rió de buena gana: -¿Qué tal si te dijera que las 3 últimas llaves que faltaban las llevó Monseñor Lückert escondidas debajo del fajín arzobispal, el cual no se atrevieron a revisar? Me las entregó el día antes de la fuga ¡Clase de cura nuestro Arzobispo¡ -¿Lückert? ¿Seguro? pregunté yo y continuó el fugado: -El mismo que viste y calza…Monseñor Roberto Lückert…¡con par de bolas¡ Gracias a él pudimos abrir esas puertas. Además, el día que nos fugamos venía llegando un autobús con las mujeres de los presos colombianos detenidos en la hacienda Daktari y que llamaban jocosamente los paracachitos. Esos tipos estaban emocionados porque después de dos años finalmente verían a Linda. En eso dieron la voz de alerta y suspendieron la visita. Los colombianos se alzaron y tomaron el penal para obligar que dejaran ingresar a sus mujeres. Al tumbar la puerta de la oficina del director del penal consiguieron una caja de ron y un kilo de coca y se encendieron aún más. La GNB solo pudo entrar al recinto tres días después, cuando finalmente los alzados cayeron extenuados. Esa gente quemó todo a su paso.

En 2013, nuestra hija mayor casó y le pedimos a Monseñor Lückert que oficiara la ceremonia en Caracas, a lo cual accedió inmediatamente. Aquella noche, entre tragos y bromeando le dije:-Epa Lückert…tu sabes que yo sé. Sonriendo contestó: -Nunca contarás nada mientras yo viva ¡Júralo¡… y juré. Inmediatamente dijo: -Dios te bendiga y sigamos celebrando. Recuerda que a mi me gusta el whisky bueno y…seguido. No ví más al gran sacerdote pero cumplí fielmente el juramento..hasta hoy.

En Miami, en 2017, se reencontraron Ortega y Lúckert. Un abrazo histórico. Carlos le dijo:-Monseñor le pido su bendición y un favor especial: por primera vez en años quiero confesarme y quiero que sea con ud. y después necesito me eche mucha agua bendita para alejar todo lo malo. El cura le vió con una gran sonrisa y con esas salidas tan propias suyas le arrecostó este rectazo a los codos: -Está dificil. No por la confesión de la cual podemos salir ahora mismo…sino por lo del agua bendita. En tu caso vamos a necesitar por lo menos una pipa eternit…grandooota. Y estalló en carcajadas.

Monseñor Lückert fue llamado por el señor el 16 de junio de 2024 y todos los falconianos lloramos su partida. Una vez fallecido accedí a contar esta historia real y desconocida, con la intención de describir la bella relación entre dos falconianos de adopción y resaltar al héroe que va en ascenso al cielo.

Nada menos que todo un cura y un gran venezolano. Donde esté hay libertad, democracia, respeto a los DDHH, buen humor, bonhomía y salidas geniales…pero sobretodo…donde esté, está Falcón y todos los falconianos que le amamos.

QEPD.

@vladimirpetit @vladimirpetitmedina www.vladimirpetit.com

FUENTE: Morfema Press / https://morfema.press/opinion/in-memoriam-de-monsenor-luckertvaya-cura-carlos-ortega-se-fue-por-vladimir-petit-medina/

REMISIÓN: Juvenal Freites. 

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